Blog de interés cultural, social y comunicacional. Site dedicado a la difusión de las artes y espectáculos. Pensamientos del colectivo imaginario. Reflexión sobre temas cotidianos. Una manera de proponer ideas para una Argentina mejor, comprometida con su gente, su pasado, presente y futuro. - EL OJO PARLANTE - Copyright © TM 2005 - 2008 - R.A.Carrasquet - Ciudad Autónoma de la Santísima Trinidad - Puerto de Santa María de los Buenos Aires - Sudamérica - República Argentina -

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30.3.08

- ACTUALIDAD -





Un ciclo de la política parece haber terminado





Por Joaquín Morales Solá
Opinión - La Nación



Nunca se derrochó tanto capital político en tan poco tiempo. Nunca, al menos, de manera tan innecesaria. Están sucediendo días que pudieron evitarse. Fueron una pérdida irremediable de tiempo las 48 horas que pasaron entre el martes y el jueves, entre el discurso de la soberbia y el de la convocatoria al diálogo con los productores sublevados. La misma etapa que incluyó el feudo violento y el reino mediático de Luis D´Elía, que abrió la hemorragia política más grave que tuvo en su historia, tanto dentro como fuera del país, el gobierno de los Kirchner.

El problema es que las rectificaciones a veces sirven y otras veces son tardías. Sin una sola propuesta novedosa y abarcativa de parte del Gobierno, los sectores agropecuarios decidieron ayer volver al paro. El levantamiento de la medida duró menos de 24 horas. Los dirigentes del sector están mordidos por una tenaza: el Gobierno no les da nada que sirva y los productores los empujan a la protesta. La sociedad argentina podría sufrir en pocos días más las consecuencias del desabastecimiento de productos indispensables para vivir. Trabajadores de pequeñas y medianas empresas vinculadas con la agroindustria comenzarían a ser suspendidos desde mañana mismo.

Quedaron como profetas solitarios y extraviados los dirigentes que habían propuesto un levantamiento de todas las decisiones, las del Gobierno y las de los ruralistas, mientras se negociara. La negociación se cayó ayer de hecho, pero los dirigentes agropecuarios preferían guardar la esperanza de que siguiera algún diálogo, aunque fuera bajo la mesa y lejos de los periodistas.

Un período de la política argentina ha terminado. ¿Qué es lo que ha terminado? Una etapa marcada por el predominio casi excluyente de una persona en la conducción de la República, una contradicción institucional en sí misma. Un espacio de tiempo en el que el diálogo estuvo vedado y, más aún, prohibido desde el único vértice donde se manda. Un período notable también por el extendido temor entre vastos exponentes de la dirigencia política y social.

Misiones fue, en otros tiempos, la advertencia de la falibilidad electoral. La revuelta campesina y urbana de los últimos días fue, en cambio, el aviso de que la voluntad social le ha puesto límites definitivos al poder. Cristina Kirchner no podrá, en síntesis, gobernar como gobernó su esposo.

Hubo sólo pequeños bosquejos de que el Gobierno aceptó la irrupción de esos cambios. Imperceptibles bocetos. Tampoco los dinosaurios se notificaron del día en que cambió el ecosistema que los condenó a la extinción. D´Elía sigue con su diatriba de odio social ante todos los micrófonos. La experiencia negociadora del viernes entre el Gobierno y las entidades rurales fracasó porque los funcionarios sólo aceptaban hacerles algunos retoques a decisiones que consideran inamovibles. Todos dieron vueltas en una noria estática y estéril.

En la extenuante noche del viernes, los dirigentes agropecuarios les insistieron a los funcionarios que ellos no tienen márgenes para levantar definitivamente el paro si el Gobierno no cambiaba sus resoluciones. Esas resoluciones se refieren a las retenciones móviles a las exportaciones de soja. La insistencia agropecuaria sólo logró que en un momento los funcionarios pidieran un cuarto intermedio para debatir a solas entre ellos; hicieron también consultas telefónicas con la residencia de Olivos. Volvieron luego con la respuesta: no , no habría cambios a las retenciones móviles, consideradas por los ruralistas como un virtual sistema de precios máximos.

¿Era la expresión de un gobierno convencido de sus aciertos o era la necesidad política de torcerles el brazo a los dirigentes del campo, de mostrar una victoria cuando había sucedido un serio traspié del oficialismo? Los funcionarios intentaron dividir a las organizaciones prometiendo hacer diferencias entre grandes y pequeños productores. Entonces el rotundo no vino de los ruralistas. La continuidad del paro estaba ya a la vuelta de la esquina y la esquina apareció ayer.

Si fue difícil convencer a los productores de que debían suspender brevemente la huelga para negociar, mucho más difícil será sacarlos de las rutas a cambio de nada. Una cosa es el paro y otra son los bloqueos de las rutas. Esta situación puede ser explicada, pero de ninguna manera se puede justificar. Muchos dirigentes agropecuarios están, directamente, rebasados. Ellos mismos lo aceptan.

Una objeción más profunda debió existir en la sociedad, además, para que vastos sectores de ella terminaran apoyando la protesta de los productores. No les cambió la opinión la probable intuición de que el paro provocará, más pronto que tarde, serios desabastecimientos de productos básicos.

El problema de Cristina Kirchner no es su condición de mujer, sino las modificaciones objetivas y sustanciales que se registraron en el país, en la sociedad que le toca gobernar y en el propio mundo del que la Argentina forma parte. Los métodos de Néstor Kirchner eran posibles con una sociedad satisfecha y con una economía ciertamente generosa y estable. Ya no existe ni lo uno ni lo otro en los términos que se conocieron, al menos.

Los métodos. Una parte importante de la bronca de los sectores agropecuarios se funda en los métodos de Guillermo Moreno, porque el secretario de Comercio los ofendió cada vez que los tuvo cerca. El viernes, Moreno no cejaba: recorrió los supermercados a los gritos ordenando bajar los precios. Será difícil para el Gobierno justificar en adelante la presencia de Moreno y de su estilo. Después de lo que sucedió en los días recientes, y de lo que está sucediendo ahora, correrá el riesgo de crear graves y permanentes conflictos con esos modos de gobernar. Un límite ha sido traspuesto.

D´Elía es como Moreno, pero más tosco, más expuesto y más peligroso. Funcionarios nacionales se ocuparon de distanciarse de él en conversaciones reservadas. Pero, ¿cómo diferenciar al Gobierno de D´Elía si éste terminó convertido en el responsable del orden público con palabras y actos de insoportable agresión? ¿Cómo, cuando fue el primero en entrar al palco de los influyentes privilegiados en el acto de la Presidenta, el jueves? ¿Podría ser casual, acaso, que la Policía Federal haya desaparecido de la Plaza de Mayo en los momentos en que D´Elía entraba?

D´Elía significó también un abundante derrame de prestigio para el gobierno de Cristina Kirchner en el exterior. Ejemplos: los diarios españoles El País y ABC hicieron durísimas crónicas de su condición de jefe de una salvaje fuerza de choque del Gobierno. La cadena internacional de televisión CNN describió desde su sede central, en Atlanta, el discurso de D´Elía como el más peligroso que se haya escuchado en los últimos años . Los medios del exterior mostraron también las peores imágenes del ex funcionario de Kirchner y estrecho aliado actual del Gobierno.

El mundo de las comunicaciones es imparable e incontrolable ahora. Ese es un cambio sustancial entre la Santa Cruz del gobernador Kirchner, donde también se recurría a estos métodos, y el actual gobierno nacional que conduce el matrimonio presidencial.

El ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, le debe una explicación a la sociedad por la ausencia de la fuerzas de seguridad. Se debe una explicación a sí mismo. Fue el mismo ministro que hizo una profesión de fe pública en la libertad de tránsito cuando los productores cortaron las rutas. Bien dicho. Pero ese acertado concepto se convirtió en una sátira en boca de un Gobierno que permitió corte de calles y de rutas durante cinco años interminables.

D´Elía, Moreno, piqueteros a favor y en contra del Gobierno, violencia y sangre en las calles, palabras de rencor social que no se escucharon ni durante las tempestades de fines de 2001.

El Gobierno decidió, consciente o inconsciente, romper lazos, quizá definitivos, con los sectores medios urbanos. Ya los había roto con los sectores rurales que lo votaron o se ilusionaron con el gobierno de Cristina Kirchner. Los propios dirigentes del sector rural, muchos de los cuales seguramente no votaron a la Presidenta, se manifestaban sorprendidos ayer por el grado de agitación de los productores que sí habían creído en el nuevo gobierno de los Kirchner.

Los funcionarios se preocupaban el viernes por conversar con los ruralistas sobre un plan para el campo, mientras mantenían, intransigentes, las decisiones sobre las retenciones. Aquel plan integral debió ser el principio de todo, pero prefirieron dar un fuerte golpe primero y negociar después. Es el eterno método de Kirchner. Es el método que, con avances y retrocesos, y también con contradicciones, ha llegado a su fin.

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9.3.08

- LATINOAMERICA... -




Corazones sangrantes

Por Pepe Eliaschev



Usan palabras vaciadas en cuestiones particularmente propicias a la manipulación y a las distorsiones subjetivas. Esto alcanza ahora dimensiones colosales. Ocasiones no faltan (Gaza, la frontera ecuatoriano-colombiana), pero que esa técnica distorsionante prolifere en puntos calientes del mundo no implica que similares situaciones no se reproduzcan en nuestro escenario doméstico.

Un lenguaje exaltado y emocional pretende interpretar la muerte del colombiano Raúl Reyes en territorio ecuatoriano, el lanzamiento de misiles palestinos y la réplica israelí en Gaza, y los ataques terroristas incesantes en Irak, Afganistán y Pakistán.

Como en una realidad paralela, se nombra a cosas y a hechos desvirtuando su significado. En el envoltorio de actitudes “virtuosas”, se conjugan furia, anatemas crispados, dedos erguidos y aleccionadores, indignación sacrosanta, protestas exaltadas, parte de una supuesta pelea entre progreso humano y retardatarios genocidas.

Si en Colombia el grupo combatiente se autodenomina “Fuerzas Armadas” (revolucionarias) y “Ejército” (popular), es porque se considera en guerra. Si hay guerra, ¿la eliminación de Reyes es un “asesinato” o una baja en combate?
En similar razonamiento, si quienes combaten al gobierno de Colombia se refugian o buscan santuario en territorio extranjero, diseño estratégico con Colombia como epicentro, ¿no es un caso flagrante de injerencia, legalmente repudiable?
Hugo Chávez es de una franqueza brutal: su gobierno simpatiza explícitamente con las FARC, emite juicios admirativos para con sus jefes y ya blanqueó su identificación con la guerrilla.

Las FARC son “bolivarianas” desde que Chávez consolidó su poder, pero su ideología deriva históricamente de otra matriz. Reyes se identificaba en reportajes y documentos como marxista-leninista y admirador de la Unión Soviética. Sus palabras son elocuentes:

“La inesperada (sic) caída de la URSS afectó negativamente a buena parte de los partidos comunistas y, sobre todo, la construcción socialista en los países de Europa tuvo un serio y largo retroceso. El derrumbe del socialismo ruso (…) debilitó los partidos, también produjo a su interior la depuración de los elementos farsantes y traidores (sic) que regresaron al sistema capitalista sin vergüenza alguna. Los partidos y sus militantes de convicciones sólidas se mantuvieron fieles al acervo de los clásicos del marxismo-leninismo. Sin dejarse confundir por la tormenta del capitalismo proclamando el fin del socialismo se mantuvo Cuba, conducida por su partido y el comandante en jefe de esa revolución triunfante. Las FARC (…) expresaron con contundencia la traición (sic) cocinada en Rusia por Gorbachov tras la entelequia (sic) de la perestroika y la glasnost.

Dijimos en aquella época, con la caída del muro de Berlín y del socialismo, el hambre, ni la pobreza, ni la miseria desaparecieron de entre los pobres, por ello la lucha por la liberación de los pueblos y la construcción socialista conserva plena vigencia... Hoy como en esos tiempos nos ratificamos una vez más en que la opción de la humanidad es el socialismo. El comandante Fidel Castro sigue alumbrando con luz propia y experimentada la edificación del socialismo. El partido, su pueblo y el nuevo jefe de Estado y de Gobierno de Cuba avanzan sin pausa por el camino trazado por Fidel y sus camaradas de lucha heroica.”

Los guerrilleros exigen una solución “política” consistente en que se los acepte como legítima fuerza armada enemiga, mientras que un falso progresismo romantiza la realidad, denunciando un homicidio transnacional y una supuesta “guerra preventiva”.
Si bien Reyes y su gente son una tropa uniformada y en armas, y a los rehenes, vergonzosamente cautivos, los llaman “prisioneros”, un coro mundial de corazones sangrantes enciende velas y entona himnos estremecidos por la causa guerrillera.
¿Prisioneros? Esto escribe, desde Bogotá, Pilar Lozano, de El País de Madrid: “Desde el ventanal del apartamento de Luis Eladio Pérez se ven los cerros que enmarcan Bogotá. Pero este hombre de 55 años, que pasó seis años, siete meses y 18 días en las cárceles de las FARC, quisiera tener en su lugar un paisaje de edificios y cemento. Los árboles le recuerdan su tortura. Pasó cuatro años encadenado del cuello, con un candado, amarrado a un árbol; sólo lo soltaban para ir al baño. ‘Nos llevaban como yo llevo a mi perro’”.

Nada demasiado diferente sucede con el Medio Oriente y el mundo islámico en general. Las más lúcidas conciencias tienen pánico de llamar a las cosas por su nombre. Es evidente y penoso que las represalias israelíes contra las milicias palestinas de Gaza provocan muerte, dolor y tragedias familiares, pero no hay un clamor universal que, al menos, junto con la condena a la supuestamente desproporcionada represalia israelí, denuncie la crueldad, fanatismo e irreductibilidad de Hamas, que gobierna Gaza e impulsa el lanzamiento de cohetes contra los poblados judíos, a sabiendas de que la respuesta, inexorablemente, afectará a palestinos inocentes.
Antes de que abandonara Gaza, los palestinos le exigían a Israel que se fuera. Consumado el retiro, Gaza se convirtió en base de ataques permanentes contra territorio reconocidamente israelí desde 1948. ¿Qué deben hacer los israelíes ante esos lanzamientos de misiles?

Es como si en el mundo, y sobre todo desde la sensibilidad y siempre sinuosa ética de la progresía, se pudiera convivir con dos patrones de conducta paralelos, a usarse según convenga. Si Chávez o Correa colaboran con las FARC, ejercen la solidaridad bolivariana; pero si tropas de Colombia liquidan un campamento enemigo del otro lado de la frontera, es genocidio y agresión imperialista.

Seguramente, la tropa regular colombiana no es menos brutal que el común de los ejércitos regulares ante una guerra revolucionaria. Pero impresiona la hipocresía con que se maquillan feroces construcciones ideológicas: ¿algún intelectual progresista y democrático condenó en la Argentina las matanzas brutales de millares de árabes y musulmanes no árabes, consumadas por islámicos contra muchedumbres de peregrinos y habitantes pobres de incontables poblados en Irak, Pakistán y Afganistán y no, precisamente, por esbirros del imperialismo o de Israel?
+
La misma hipocresía aborrecible del marido de Carla Bruni. ¿Nicolas Sarkozy le pediría a España una “solución política” para la banda ETA, tras cada nuevo atentado terrorista vasco? Sin embargo, Francia sermonea al gobierno de Colombia porque no acepta el cohecho de las FARC por la libertad de Ingrid Betancourt. Legitima así el funesto precedente del blanqueo de los extorsionistas. A París le sale gratis: la foto de la liberada rehén, recibida en el Elíseo, es muy tentadora para el voraz presidente francés.

Doble moral, lenguaje pegajoso e insincero, abominable “corrección” política.

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2.3.08

- HAY QUE CURARSE -




Un sistema de partidos enfermos


Los estudios iniciados por el Ministerio del Interior con miras a una reforma política vinculada con el sistema de partidos y el régimen electoral merecen la atención ciudadana.

Es de destacar que tal trabajo ha comenzado con una modesta pero no por eso poco auspiciosa exploración del pensamiento al respecto, en agrupaciones de la constelación opositora.

Para dos gobiernos de una misma matriz que se han encerrado en sí mismos en estos años y habían renunciado a la civilizada manifestación del diálogo con arrogancia inexplicable, el haber instruido a la directora nacional de Asuntos Políticos y Reforma Política para que tomara contacto con dirigentes de oposición debe considerarse un llamativo paso en la buena senda.

Como es natural, los antecedentes gubernamentales en la materia fuerzan a tomar con cautela cualquier apreciación anticipada sobre el destino final de los estudios iniciados y de lo que puedan significar como cambio valioso en cuanto al comportamiento del oficialismo.

Más aún, es inimaginable que una reforma política de la magnitud que se requiere pueda realizarse soslayando la participación activa del ministro del Interior, de las principales autoridades del Partido Justicialista y de los jefes de la oposición. No son cuestiones para dejar libradas todo el tiempo a segundas líneas de gobierno ni tampoco a niveles secundarios de las agrupaciones políticas.

Un país con 700 partidos es un país excéntrico, por decir lo menos. Esa fragmentación desmesurada en nada asegura el pluralismo que cabe esperar como expresión de sentimientos democráticos generosos y auténticos. Dicha cifra, extraordinaria en cualquier parte del mundo e inclusiva de más de 40 partidos con reconocimiento nacional, es la resultante de la laxitud extrema del sistema en vigor.

Aunque parezca mentira, un fenómeno de tal dimensión está fundado no en la inverosímil diversidad de ideas que pueda campear en la ciudadanía argentina, sino en una caudalosa e insumergible picaresca entrenada en obtener con ardides provechos personales de las arcas del Estado. A costa de éste funcionan, en efecto, remedos de partidos que constituyen, en realidad, cajas recaudadoras de verdaderas empresas familiares, como se comprueba con la coincidencia entre el domicilio de sus autoridades y el de organizaciones con personería para actuar en competencias electorales.

Cualquier sociedad comercial de mínima entidad está sometida a controles periódicos mucho más exhaustivos que no pocos partidos que llegan a los comicios ofreciéndose al mejor postor y salen de ellos beneficiados con aportes del Estado a su turbio desenvolvimiento. El desmadre ha sido total en los últimos tiempos.

Han llegado ahora de parte del gobierno y, con argumentos no menos severos, desde partidos de la oposición, opiniones en el sentido de que esta situación es insostenible.

Claro que en los dirigentes de partidos mayoritarios, empezando por los del oficialismo, se impone una severa autocrítica. Es imprescindible preguntarse si esa multiplicidad de fuerzas políticas no obedece en parte a la falta de democracia interna en el partido gobernante y en otros de distintas extracciones ideológicas. No está de más recordar que la única vez que el justicialismo celebró elecciones internas para designar a su candidato presidencial fue en 1988, cuando Carlos Menem y Antonio Cafiero disputaron ese lugar.

Cabe apoyar la necesidad de un cambio, que debería formalizarse, a más tardar, en algún momento del año en curso a fin de que tenga efectos prácticos en los comicios de 2009.

No hay síntomas, por fortuna, de que la ciudadanía prefiera otro sistema para regir sus destinos que el de la democracia republicana consagrada por la Constitución nacional, mas no puede dejar de llamar la atención el hecho de que en los grandes centros urbanos -la ciudad de Buenos Aires, el Gran Buenos Aires, Rosario, Córdoba y Santa Fe- alrededor del 70 por ciento de las autoridades de mesa defeccionen del cumplimiento de la carga pública asignada. No sirven de aliciente para evitarlo siquiera los estipendios puestos a disposición de aquéllas por el erario.

Las últimas elecciones nacionales han resultado afectadas por escándalos desconocidos en el pasado. ¿Qué ocurrirá en el país, si no se arbitran nuevas medidas para garantizar la limpieza de los procesos electorales, el día que haya comicios que resulten ser de paridad entre las principales fuerzas contendientes? El sistema hace agua por donde se lo mire: el escrutinio provisional corre por cuenta del Correo y de una empresa privada especializada en estas cuestiones, y apenas con una cierta participación formal del Ministerio del Interior, pero en los hechos se desarrolla sin control suficiente para el interés general.

¿Hemos olvidado lo ocurrido en Córdoba el año último? Si las cosas siguen así, ¿cómo podría desmontarse al cabo de comicios presidenciales reñidos un cierto estado de opinión creado con arbitrarias informaciones sobre la marcha de los votos escrutados? Se trata de preguntas de tanta relevancia como las que proyecta el absurdo de un régimen de partidos con mecanismos muy flexibles (excesivamente flexibles) para su constitución y probanza de afiliaciones, pero muy complejos (excesivamente complejos) cuando se trata de asentar las bajas de los afiliados.

Tómese como ejemplo que un ciudadano inscripto en un partido político en el interior de la provincia de Buenos Aires y que quiera desafiliarse debe hacer constar, primero, la voluntad ante las autoridades partidarias del lugar y luego, viajar a La Plata a fin de notificar la decisión a las autoridades de la justicia electoral. ¿Quién está en condiciones de cumplir con tales requerimientos?

Urge, entre otros remedios de sano criterio, racionalizar el régimen de constitución de partidos políticos, como también es indispensable que se profundice la democracia interna en todas estas agrupaciones.

En suma, estamos ante un asunto de relevancia para la salud política del país. Al fin y al cabo, por algo las cuestiones electorales han quedado -¡al menos ellas!- fuera del alcance discrecional de los decretos de necesidad y urgencia de los que los gobiernos vienen haciendo uso y abuso.

Tienen aquí los legisladores nacionales la oportunidad de demostrar que no han resignado del todo las responsabilidades que emergen de la representación popular de la que están investidos y de las que deberán rendir cuentas algún día de acuerdo con las previsiones de la Constitución nacional.

Con un sistema de partidos enfermo, nunca habrá una democracia sana.

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30.3.08

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Un ciclo de la política parece haber terminado





Por Joaquín Morales Solá
Opinión - La Nación



Nunca se derrochó tanto capital político en tan poco tiempo. Nunca, al menos, de manera tan innecesaria. Están sucediendo días que pudieron evitarse. Fueron una pérdida irremediable de tiempo las 48 horas que pasaron entre el martes y el jueves, entre el discurso de la soberbia y el de la convocatoria al diálogo con los productores sublevados. La misma etapa que incluyó el feudo violento y el reino mediático de Luis D´Elía, que abrió la hemorragia política más grave que tuvo en su historia, tanto dentro como fuera del país, el gobierno de los Kirchner.

El problema es que las rectificaciones a veces sirven y otras veces son tardías. Sin una sola propuesta novedosa y abarcativa de parte del Gobierno, los sectores agropecuarios decidieron ayer volver al paro. El levantamiento de la medida duró menos de 24 horas. Los dirigentes del sector están mordidos por una tenaza: el Gobierno no les da nada que sirva y los productores los empujan a la protesta. La sociedad argentina podría sufrir en pocos días más las consecuencias del desabastecimiento de productos indispensables para vivir. Trabajadores de pequeñas y medianas empresas vinculadas con la agroindustria comenzarían a ser suspendidos desde mañana mismo.

Quedaron como profetas solitarios y extraviados los dirigentes que habían propuesto un levantamiento de todas las decisiones, las del Gobierno y las de los ruralistas, mientras se negociara. La negociación se cayó ayer de hecho, pero los dirigentes agropecuarios preferían guardar la esperanza de que siguiera algún diálogo, aunque fuera bajo la mesa y lejos de los periodistas.

Un período de la política argentina ha terminado. ¿Qué es lo que ha terminado? Una etapa marcada por el predominio casi excluyente de una persona en la conducción de la República, una contradicción institucional en sí misma. Un espacio de tiempo en el que el diálogo estuvo vedado y, más aún, prohibido desde el único vértice donde se manda. Un período notable también por el extendido temor entre vastos exponentes de la dirigencia política y social.

Misiones fue, en otros tiempos, la advertencia de la falibilidad electoral. La revuelta campesina y urbana de los últimos días fue, en cambio, el aviso de que la voluntad social le ha puesto límites definitivos al poder. Cristina Kirchner no podrá, en síntesis, gobernar como gobernó su esposo.

Hubo sólo pequeños bosquejos de que el Gobierno aceptó la irrupción de esos cambios. Imperceptibles bocetos. Tampoco los dinosaurios se notificaron del día en que cambió el ecosistema que los condenó a la extinción. D´Elía sigue con su diatriba de odio social ante todos los micrófonos. La experiencia negociadora del viernes entre el Gobierno y las entidades rurales fracasó porque los funcionarios sólo aceptaban hacerles algunos retoques a decisiones que consideran inamovibles. Todos dieron vueltas en una noria estática y estéril.

En la extenuante noche del viernes, los dirigentes agropecuarios les insistieron a los funcionarios que ellos no tienen márgenes para levantar definitivamente el paro si el Gobierno no cambiaba sus resoluciones. Esas resoluciones se refieren a las retenciones móviles a las exportaciones de soja. La insistencia agropecuaria sólo logró que en un momento los funcionarios pidieran un cuarto intermedio para debatir a solas entre ellos; hicieron también consultas telefónicas con la residencia de Olivos. Volvieron luego con la respuesta: no , no habría cambios a las retenciones móviles, consideradas por los ruralistas como un virtual sistema de precios máximos.

¿Era la expresión de un gobierno convencido de sus aciertos o era la necesidad política de torcerles el brazo a los dirigentes del campo, de mostrar una victoria cuando había sucedido un serio traspié del oficialismo? Los funcionarios intentaron dividir a las organizaciones prometiendo hacer diferencias entre grandes y pequeños productores. Entonces el rotundo no vino de los ruralistas. La continuidad del paro estaba ya a la vuelta de la esquina y la esquina apareció ayer.

Si fue difícil convencer a los productores de que debían suspender brevemente la huelga para negociar, mucho más difícil será sacarlos de las rutas a cambio de nada. Una cosa es el paro y otra son los bloqueos de las rutas. Esta situación puede ser explicada, pero de ninguna manera se puede justificar. Muchos dirigentes agropecuarios están, directamente, rebasados. Ellos mismos lo aceptan.

Una objeción más profunda debió existir en la sociedad, además, para que vastos sectores de ella terminaran apoyando la protesta de los productores. No les cambió la opinión la probable intuición de que el paro provocará, más pronto que tarde, serios desabastecimientos de productos básicos.

El problema de Cristina Kirchner no es su condición de mujer, sino las modificaciones objetivas y sustanciales que se registraron en el país, en la sociedad que le toca gobernar y en el propio mundo del que la Argentina forma parte. Los métodos de Néstor Kirchner eran posibles con una sociedad satisfecha y con una economía ciertamente generosa y estable. Ya no existe ni lo uno ni lo otro en los términos que se conocieron, al menos.

Los métodos. Una parte importante de la bronca de los sectores agropecuarios se funda en los métodos de Guillermo Moreno, porque el secretario de Comercio los ofendió cada vez que los tuvo cerca. El viernes, Moreno no cejaba: recorrió los supermercados a los gritos ordenando bajar los precios. Será difícil para el Gobierno justificar en adelante la presencia de Moreno y de su estilo. Después de lo que sucedió en los días recientes, y de lo que está sucediendo ahora, correrá el riesgo de crear graves y permanentes conflictos con esos modos de gobernar. Un límite ha sido traspuesto.

D´Elía es como Moreno, pero más tosco, más expuesto y más peligroso. Funcionarios nacionales se ocuparon de distanciarse de él en conversaciones reservadas. Pero, ¿cómo diferenciar al Gobierno de D´Elía si éste terminó convertido en el responsable del orden público con palabras y actos de insoportable agresión? ¿Cómo, cuando fue el primero en entrar al palco de los influyentes privilegiados en el acto de la Presidenta, el jueves? ¿Podría ser casual, acaso, que la Policía Federal haya desaparecido de la Plaza de Mayo en los momentos en que D´Elía entraba?

D´Elía significó también un abundante derrame de prestigio para el gobierno de Cristina Kirchner en el exterior. Ejemplos: los diarios españoles El País y ABC hicieron durísimas crónicas de su condición de jefe de una salvaje fuerza de choque del Gobierno. La cadena internacional de televisión CNN describió desde su sede central, en Atlanta, el discurso de D´Elía como el más peligroso que se haya escuchado en los últimos años . Los medios del exterior mostraron también las peores imágenes del ex funcionario de Kirchner y estrecho aliado actual del Gobierno.

El mundo de las comunicaciones es imparable e incontrolable ahora. Ese es un cambio sustancial entre la Santa Cruz del gobernador Kirchner, donde también se recurría a estos métodos, y el actual gobierno nacional que conduce el matrimonio presidencial.

El ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, le debe una explicación a la sociedad por la ausencia de la fuerzas de seguridad. Se debe una explicación a sí mismo. Fue el mismo ministro que hizo una profesión de fe pública en la libertad de tránsito cuando los productores cortaron las rutas. Bien dicho. Pero ese acertado concepto se convirtió en una sátira en boca de un Gobierno que permitió corte de calles y de rutas durante cinco años interminables.

D´Elía, Moreno, piqueteros a favor y en contra del Gobierno, violencia y sangre en las calles, palabras de rencor social que no se escucharon ni durante las tempestades de fines de 2001.

El Gobierno decidió, consciente o inconsciente, romper lazos, quizá definitivos, con los sectores medios urbanos. Ya los había roto con los sectores rurales que lo votaron o se ilusionaron con el gobierno de Cristina Kirchner. Los propios dirigentes del sector rural, muchos de los cuales seguramente no votaron a la Presidenta, se manifestaban sorprendidos ayer por el grado de agitación de los productores que sí habían creído en el nuevo gobierno de los Kirchner.

Los funcionarios se preocupaban el viernes por conversar con los ruralistas sobre un plan para el campo, mientras mantenían, intransigentes, las decisiones sobre las retenciones. Aquel plan integral debió ser el principio de todo, pero prefirieron dar un fuerte golpe primero y negociar después. Es el eterno método de Kirchner. Es el método que, con avances y retrocesos, y también con contradicciones, ha llegado a su fin.

9.3.08

- LATINOAMERICA... -




Corazones sangrantes

Por Pepe Eliaschev



Usan palabras vaciadas en cuestiones particularmente propicias a la manipulación y a las distorsiones subjetivas. Esto alcanza ahora dimensiones colosales. Ocasiones no faltan (Gaza, la frontera ecuatoriano-colombiana), pero que esa técnica distorsionante prolifere en puntos calientes del mundo no implica que similares situaciones no se reproduzcan en nuestro escenario doméstico.

Un lenguaje exaltado y emocional pretende interpretar la muerte del colombiano Raúl Reyes en territorio ecuatoriano, el lanzamiento de misiles palestinos y la réplica israelí en Gaza, y los ataques terroristas incesantes en Irak, Afganistán y Pakistán.

Como en una realidad paralela, se nombra a cosas y a hechos desvirtuando su significado. En el envoltorio de actitudes “virtuosas”, se conjugan furia, anatemas crispados, dedos erguidos y aleccionadores, indignación sacrosanta, protestas exaltadas, parte de una supuesta pelea entre progreso humano y retardatarios genocidas.

Si en Colombia el grupo combatiente se autodenomina “Fuerzas Armadas” (revolucionarias) y “Ejército” (popular), es porque se considera en guerra. Si hay guerra, ¿la eliminación de Reyes es un “asesinato” o una baja en combate?
En similar razonamiento, si quienes combaten al gobierno de Colombia se refugian o buscan santuario en territorio extranjero, diseño estratégico con Colombia como epicentro, ¿no es un caso flagrante de injerencia, legalmente repudiable?
Hugo Chávez es de una franqueza brutal: su gobierno simpatiza explícitamente con las FARC, emite juicios admirativos para con sus jefes y ya blanqueó su identificación con la guerrilla.

Las FARC son “bolivarianas” desde que Chávez consolidó su poder, pero su ideología deriva históricamente de otra matriz. Reyes se identificaba en reportajes y documentos como marxista-leninista y admirador de la Unión Soviética. Sus palabras son elocuentes:

“La inesperada (sic) caída de la URSS afectó negativamente a buena parte de los partidos comunistas y, sobre todo, la construcción socialista en los países de Europa tuvo un serio y largo retroceso. El derrumbe del socialismo ruso (…) debilitó los partidos, también produjo a su interior la depuración de los elementos farsantes y traidores (sic) que regresaron al sistema capitalista sin vergüenza alguna. Los partidos y sus militantes de convicciones sólidas se mantuvieron fieles al acervo de los clásicos del marxismo-leninismo. Sin dejarse confundir por la tormenta del capitalismo proclamando el fin del socialismo se mantuvo Cuba, conducida por su partido y el comandante en jefe de esa revolución triunfante. Las FARC (…) expresaron con contundencia la traición (sic) cocinada en Rusia por Gorbachov tras la entelequia (sic) de la perestroika y la glasnost.

Dijimos en aquella época, con la caída del muro de Berlín y del socialismo, el hambre, ni la pobreza, ni la miseria desaparecieron de entre los pobres, por ello la lucha por la liberación de los pueblos y la construcción socialista conserva plena vigencia... Hoy como en esos tiempos nos ratificamos una vez más en que la opción de la humanidad es el socialismo. El comandante Fidel Castro sigue alumbrando con luz propia y experimentada la edificación del socialismo. El partido, su pueblo y el nuevo jefe de Estado y de Gobierno de Cuba avanzan sin pausa por el camino trazado por Fidel y sus camaradas de lucha heroica.”

Los guerrilleros exigen una solución “política” consistente en que se los acepte como legítima fuerza armada enemiga, mientras que un falso progresismo romantiza la realidad, denunciando un homicidio transnacional y una supuesta “guerra preventiva”.
Si bien Reyes y su gente son una tropa uniformada y en armas, y a los rehenes, vergonzosamente cautivos, los llaman “prisioneros”, un coro mundial de corazones sangrantes enciende velas y entona himnos estremecidos por la causa guerrillera.
¿Prisioneros? Esto escribe, desde Bogotá, Pilar Lozano, de El País de Madrid: “Desde el ventanal del apartamento de Luis Eladio Pérez se ven los cerros que enmarcan Bogotá. Pero este hombre de 55 años, que pasó seis años, siete meses y 18 días en las cárceles de las FARC, quisiera tener en su lugar un paisaje de edificios y cemento. Los árboles le recuerdan su tortura. Pasó cuatro años encadenado del cuello, con un candado, amarrado a un árbol; sólo lo soltaban para ir al baño. ‘Nos llevaban como yo llevo a mi perro’”.

Nada demasiado diferente sucede con el Medio Oriente y el mundo islámico en general. Las más lúcidas conciencias tienen pánico de llamar a las cosas por su nombre. Es evidente y penoso que las represalias israelíes contra las milicias palestinas de Gaza provocan muerte, dolor y tragedias familiares, pero no hay un clamor universal que, al menos, junto con la condena a la supuestamente desproporcionada represalia israelí, denuncie la crueldad, fanatismo e irreductibilidad de Hamas, que gobierna Gaza e impulsa el lanzamiento de cohetes contra los poblados judíos, a sabiendas de que la respuesta, inexorablemente, afectará a palestinos inocentes.
Antes de que abandonara Gaza, los palestinos le exigían a Israel que se fuera. Consumado el retiro, Gaza se convirtió en base de ataques permanentes contra territorio reconocidamente israelí desde 1948. ¿Qué deben hacer los israelíes ante esos lanzamientos de misiles?

Es como si en el mundo, y sobre todo desde la sensibilidad y siempre sinuosa ética de la progresía, se pudiera convivir con dos patrones de conducta paralelos, a usarse según convenga. Si Chávez o Correa colaboran con las FARC, ejercen la solidaridad bolivariana; pero si tropas de Colombia liquidan un campamento enemigo del otro lado de la frontera, es genocidio y agresión imperialista.

Seguramente, la tropa regular colombiana no es menos brutal que el común de los ejércitos regulares ante una guerra revolucionaria. Pero impresiona la hipocresía con que se maquillan feroces construcciones ideológicas: ¿algún intelectual progresista y democrático condenó en la Argentina las matanzas brutales de millares de árabes y musulmanes no árabes, consumadas por islámicos contra muchedumbres de peregrinos y habitantes pobres de incontables poblados en Irak, Pakistán y Afganistán y no, precisamente, por esbirros del imperialismo o de Israel?
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La misma hipocresía aborrecible del marido de Carla Bruni. ¿Nicolas Sarkozy le pediría a España una “solución política” para la banda ETA, tras cada nuevo atentado terrorista vasco? Sin embargo, Francia sermonea al gobierno de Colombia porque no acepta el cohecho de las FARC por la libertad de Ingrid Betancourt. Legitima así el funesto precedente del blanqueo de los extorsionistas. A París le sale gratis: la foto de la liberada rehén, recibida en el Elíseo, es muy tentadora para el voraz presidente francés.

Doble moral, lenguaje pegajoso e insincero, abominable “corrección” política.

2.3.08

- HAY QUE CURARSE -




Un sistema de partidos enfermos


Los estudios iniciados por el Ministerio del Interior con miras a una reforma política vinculada con el sistema de partidos y el régimen electoral merecen la atención ciudadana.

Es de destacar que tal trabajo ha comenzado con una modesta pero no por eso poco auspiciosa exploración del pensamiento al respecto, en agrupaciones de la constelación opositora.

Para dos gobiernos de una misma matriz que se han encerrado en sí mismos en estos años y habían renunciado a la civilizada manifestación del diálogo con arrogancia inexplicable, el haber instruido a la directora nacional de Asuntos Políticos y Reforma Política para que tomara contacto con dirigentes de oposición debe considerarse un llamativo paso en la buena senda.

Como es natural, los antecedentes gubernamentales en la materia fuerzan a tomar con cautela cualquier apreciación anticipada sobre el destino final de los estudios iniciados y de lo que puedan significar como cambio valioso en cuanto al comportamiento del oficialismo.

Más aún, es inimaginable que una reforma política de la magnitud que se requiere pueda realizarse soslayando la participación activa del ministro del Interior, de las principales autoridades del Partido Justicialista y de los jefes de la oposición. No son cuestiones para dejar libradas todo el tiempo a segundas líneas de gobierno ni tampoco a niveles secundarios de las agrupaciones políticas.

Un país con 700 partidos es un país excéntrico, por decir lo menos. Esa fragmentación desmesurada en nada asegura el pluralismo que cabe esperar como expresión de sentimientos democráticos generosos y auténticos. Dicha cifra, extraordinaria en cualquier parte del mundo e inclusiva de más de 40 partidos con reconocimiento nacional, es la resultante de la laxitud extrema del sistema en vigor.

Aunque parezca mentira, un fenómeno de tal dimensión está fundado no en la inverosímil diversidad de ideas que pueda campear en la ciudadanía argentina, sino en una caudalosa e insumergible picaresca entrenada en obtener con ardides provechos personales de las arcas del Estado. A costa de éste funcionan, en efecto, remedos de partidos que constituyen, en realidad, cajas recaudadoras de verdaderas empresas familiares, como se comprueba con la coincidencia entre el domicilio de sus autoridades y el de organizaciones con personería para actuar en competencias electorales.

Cualquier sociedad comercial de mínima entidad está sometida a controles periódicos mucho más exhaustivos que no pocos partidos que llegan a los comicios ofreciéndose al mejor postor y salen de ellos beneficiados con aportes del Estado a su turbio desenvolvimiento. El desmadre ha sido total en los últimos tiempos.

Han llegado ahora de parte del gobierno y, con argumentos no menos severos, desde partidos de la oposición, opiniones en el sentido de que esta situación es insostenible.

Claro que en los dirigentes de partidos mayoritarios, empezando por los del oficialismo, se impone una severa autocrítica. Es imprescindible preguntarse si esa multiplicidad de fuerzas políticas no obedece en parte a la falta de democracia interna en el partido gobernante y en otros de distintas extracciones ideológicas. No está de más recordar que la única vez que el justicialismo celebró elecciones internas para designar a su candidato presidencial fue en 1988, cuando Carlos Menem y Antonio Cafiero disputaron ese lugar.

Cabe apoyar la necesidad de un cambio, que debería formalizarse, a más tardar, en algún momento del año en curso a fin de que tenga efectos prácticos en los comicios de 2009.

No hay síntomas, por fortuna, de que la ciudadanía prefiera otro sistema para regir sus destinos que el de la democracia republicana consagrada por la Constitución nacional, mas no puede dejar de llamar la atención el hecho de que en los grandes centros urbanos -la ciudad de Buenos Aires, el Gran Buenos Aires, Rosario, Córdoba y Santa Fe- alrededor del 70 por ciento de las autoridades de mesa defeccionen del cumplimiento de la carga pública asignada. No sirven de aliciente para evitarlo siquiera los estipendios puestos a disposición de aquéllas por el erario.

Las últimas elecciones nacionales han resultado afectadas por escándalos desconocidos en el pasado. ¿Qué ocurrirá en el país, si no se arbitran nuevas medidas para garantizar la limpieza de los procesos electorales, el día que haya comicios que resulten ser de paridad entre las principales fuerzas contendientes? El sistema hace agua por donde se lo mire: el escrutinio provisional corre por cuenta del Correo y de una empresa privada especializada en estas cuestiones, y apenas con una cierta participación formal del Ministerio del Interior, pero en los hechos se desarrolla sin control suficiente para el interés general.

¿Hemos olvidado lo ocurrido en Córdoba el año último? Si las cosas siguen así, ¿cómo podría desmontarse al cabo de comicios presidenciales reñidos un cierto estado de opinión creado con arbitrarias informaciones sobre la marcha de los votos escrutados? Se trata de preguntas de tanta relevancia como las que proyecta el absurdo de un régimen de partidos con mecanismos muy flexibles (excesivamente flexibles) para su constitución y probanza de afiliaciones, pero muy complejos (excesivamente complejos) cuando se trata de asentar las bajas de los afiliados.

Tómese como ejemplo que un ciudadano inscripto en un partido político en el interior de la provincia de Buenos Aires y que quiera desafiliarse debe hacer constar, primero, la voluntad ante las autoridades partidarias del lugar y luego, viajar a La Plata a fin de notificar la decisión a las autoridades de la justicia electoral. ¿Quién está en condiciones de cumplir con tales requerimientos?

Urge, entre otros remedios de sano criterio, racionalizar el régimen de constitución de partidos políticos, como también es indispensable que se profundice la democracia interna en todas estas agrupaciones.

En suma, estamos ante un asunto de relevancia para la salud política del país. Al fin y al cabo, por algo las cuestiones electorales han quedado -¡al menos ellas!- fuera del alcance discrecional de los decretos de necesidad y urgencia de los que los gobiernos vienen haciendo uso y abuso.

Tienen aquí los legisladores nacionales la oportunidad de demostrar que no han resignado del todo las responsabilidades que emergen de la representación popular de la que están investidos y de las que deberán rendir cuentas algún día de acuerdo con las previsiones de la Constitución nacional.

Con un sistema de partidos enfermo, nunca habrá una democracia sana.