- GUERRA AL HAMBRE -
Guerra al hambre infantil
Es inadmisible que en un país como el nuestro, rico en la producción de alimentos, haya niños que padezcan hambre y desnutrición. De ahí que toda propuesta seria y consistente, que ofrezca soluciones aptas para reducir ese injusto sufrimiento que castiga a los más débiles, deba ser bienvenida y apoyada. Es el caso de un plan presentado recientemente en la ciudad de Mendoza, en el curso de la III Conferencia Nacional de Seguridad Alimentaria, organizada por el Banco de Alimentos de la misma capital cuyana.
Se calcula que en nuestro territorio 260.000 menores de cinco años padecen de un déficit nutricional. Esa franja de población está biológica y psicológicamente condenada a un destino de enfermedad y limitación en su desarrollo. Como consecuencia, cada dos horas muere uno de esos niños desnutridos cuyas familias carecen de recursos para darles la alimentación adecuada. Esa cruel realidad es conocida; también se sabe de planes y programas puestos en marcha para proveer de sustento a quienes lo necesitan. Sin embargo, lo que se hace hasta ahora no basta.
El hecho auspicioso es el convenio establecido por la Red Argentina de Bancos de Alimentos, la Fundación Conin y la Red Solidaria para llevar adelante un plan cuyo objetivo central es erradicar la desnutrición infantil en el largo plazo. La aspiración inmediata es unir a un número accesible de personas, que dispongan de medios suficientes, a fin de que cada una de ellas asista a un niño. Ese aporte ha de sumarse al esfuerzo de decenas de miles de ONG del país, que asumirán cada una la tarea de atender a tres menores.
El requisito lógico es que se mantenga un ritmo constante de aportes y de asistencia para alcanzar el éxito deseado. Si estas condiciones se cumplen, la desnutrición mermaría sensiblemente en una década.
La propuesta, esbozada y presentada por Adolfo Brenan, Abel Albino y Juan Carr, dirigentes de las entidades solidarias arriba citadas, no es un simple enunciado de buenas intenciones, sino que posee el carácter de lo factible. Desde luego, es menester que el plan trazado se confirme día tras día, lo cual exige un sólido compromiso moral de personas y asociaciones.
Corresponde valorar un plan de esta naturaleza que probaría una vez más la efectividad de las organizaciones civiles y de las personas que saben trabajar coordinadamente en pos de una meta tan significativa. Como dijera el doctor Albino, se trata de emprender "la única guerra digna, que es la del hombre contra el hambre".
Pero así como resulta sumamente positivo que la sociedad civil enfrente con herramientas eficaces el problema de la desnutrición infantil, sería deseable que las autoridades nacionales apoyaran estas iniciativas tan loables y generaran un marco adecuado, como el que se propuso con la ley nacional para el Régimen Especial para la Donación de Alimentos (Donal). Esta norma apuntaba a que muchas raciones de alimentos aptas para el consumo, desechadas por los fabricantes a raíz de fallas en el etiquetado o por hallarse cercanas a la fecha del vencimiento, pudieran ser donadas a personas con hambre. Lamentablemente, tras su aprobación parlamentaria, esta ley fue objetada por el Poder Ejecutivo en el artículo que, justamente, se refería a la posibilidad de efectuar esas donaciones.
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