- VIOLENCIA FUTBOLERA -
La omnipresente barbarie
A estas alturas, aquí y ahora, daría la impresión de que el término barbarie se ha convertido en sinónimo de fútbol. Sobre todo, después del desenlace del partido que por la permanencia en la primera división A sostuvieron anteayer Tigre y Nueva Chicago, en la cancha de esta última entidad.
Ganó Tigre y ascendió, después de 27 años de permanecer en las categorías inferiores. La justificada alegría de sus simpatizantes se trocó abruptamente en pánico ante la bárbara reacción de numerosos integrantes de la barra brava local, invasores descontrolados del campo de juego y enceguecidos agresores, dentro del estadio y, después, fuera de él, de cuanto semejante sospechoso de ser "hincha" de Tigre se les cruzase. El absurdo se completó cuando algunos desaforados visitantes aceptaron el desafío. Un muerto, apedreado y apaleado hasta la destrucción de su cráneo; 30 heridos y 78 detenidos resumieron una jornada que debió ser deportiva y terminó siendo de luto y dolor. Era previsible: los jugadores de Tigre comenzaron a ser amenazados antes del comienzo del cotejo.
Nada ni nadie podría encontrarle el más mínimo justificativo a tan demencial epílogo. Tanto más por el hecho de que 24 horas antes, en Mendoza, Huracán y Godoy Cruz se habían enfrentado en similar instancia y, tras una confrontación ejemplar, las únicas lágrimas derramadas fueron las de quienes festejaban la victoria o lamentaban la derrota.
Múltiples interrogantes asaltan al espectador imparcial, aquel que ya hace tiempo ha huido de las canchas, espantado por el crispado predominio de la violencia rayana en la locura. ¿Qué hizo la policía (350 efectivos) para prevenir y después reprimir esos desmanes? ¿Nadie advirtió que ocupantes de la tribuna local hacían gestos de que estaban armados? ¿Cómo se toleró que esa instancia decisiva fuese jugada en un escenario tan precario e inseguro? ¿Quién le quitó toda presión al agua que debió haber surtido las mangueras de los bomberos? ¿Quién permitió que los barrabravas locales abandonaran el estadio para emboscarse en las inmediaciones? Una vez más, todos los responsables, sin excepción, reiterarán el gesto bíblico de lavarse las manos. Así, en vano, pretenderán descargar torcidamente sus conciencias.
Un fiscal contravencional clausuró, tarde, el estadio de Nueva Chicago. La justicia de instrucción trata de esclarecer quiénes asesinaron al desprevenido e indefenso espectador cuya única pretensión fue la de asistir en paz, con sus familiares, a un mero espectáculo deportivo que en modo alguno puede tener el absurdo costo de una muerte.
El subsecretario de Seguridad de Espectáculos Futbolísticos, Javier Castrilli, expresó ayer que una vez investigado el hecho habrá sanciones para los culpables de la indiferencia colectiva y la irresponsabilidad masiva, desencadenantes de esta instancia dramática. Es de esperar que la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) y su pasivo titular, Julio Grondona, actúen con parecido rigor: puede ser que esta vez así ocurra, dado que el oportunismo político aprovechó con presteza esta coyuntura y ha requerido la intervención de aquella entidad.
Lo intolerable sería que una vez más y a caballo del intencional alargamiento de esas actuaciones no ocurriese nada y la violencia irracional y mafiosa, malamente disfrazada de fanatismo, siguiera impune. Si así ocurriese, no exclusivamente al fútbol, sino a toda nuestra sociedad debería "caérsele la cara" de vergüenza.
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