- MAURICIO QUE ES MACRI -
Macri: la revolución del estilo
Tenemos la sensación de que algo importante está cambiando en la Argentina. Todos compartimos esta sensación. Es fácil, por lo tanto, registrarla . No es igualmente fácil, empero, definirla . ¿En qué está cambiando la Argentina?
Ninguna Constitución contiene, pero todas podrían contener, un primer artículo que rezara así: "la gente se cansa". Tarde o temprano, la gente se cansa. Cuando se inicia una nueva etapa, la gente se encanta. Pasado un tiempo, se desencanta. No está escrito en las Constituciones, pero está escrito en el corazón humano.
La superioridad de la democracia sobre la autocracia es que, en tanto ésta se piensa a sí misma como interminable, la democracia prepara a través de las elecciones periódicas un aterrizaje suave para los gobiernos desgastados, salvando de este modo lo que Mirabeau llamaba "la subitaneidad del tránsito". La democracia es, en suma, la civilización del desencanto.
Diversos síntomas, entre los que podríamos mencionar la desaceleración del crecimiento, cuya cifra real y no dibujada economistas como Juan Carlos de Pablo estiman hoy entre un 2 y un 4 por ciento anual; la aceleración de la inflación real y no dibujada que hoy marcha hacia un 30 por ciento anual; el inminente agotamiento del superávit fiscal, y la irrupción de la crisis energética, que ya nos golpea a todos, refuerzan la impresión de que, en la Argentina, algo está cambiando.
A este cambio objetivo se suma un cambio subjetivo, que se expresa en la nueva actitud de desafío que están adoptando diversos actores políticos e institucionales. ¿Por qué se animó justamente ahora el ex gobernador de Santa Cruz Sergio Acevedo a denunciar la corrupción del gobierno al que pertenecía? ¿Por qué están ganando espacio justamente ahora las investigaciones por los escándalos paralelos de Skanska y del sinuoso planeamiento de los gasoductos? Porque algo está cambiando.
Estos síntomas objetivos y subjetivos del agotamiento del tiempo del encanto reflejan a su vez el cambio que está ocurriendo no ya entre los protagonistas sino en las capas profundas de la sociedad. En las recientes elecciones de Neuquén, Tierra del Fuego y la ciudad de Buenos Aires, el kirchnerismo perdió. La perspectiva triunfal que lo animaba en dirección de octubre empieza a nublarse. La anunciada proclamación de la candidatura presidencial de Cristina Kirchner se ha demorado de fines de julio a fines de agosto. El candidato electo a la jefatura de gobierno de Buenos Aires viene de decir que "será muy posible ganarle a Kirchner en octubre".
La nueva propuesta
Sabemos que el país está cambiando. Pero ¿en qué está cambiando? El amplio triunfo de Mauricio Macri en la Capital, ¿podría indicárnoslo? Después de no haber podido atravesar los treinta puntos y pico en dos elecciones anteriores, Macri acaba de superar los sesenta puntos. A lo largo de su reciente campaña, elaboró una serie de propuestas. Pero lo que explica su amplia victoria no es el contenido concreto de esas propuestas, sino el espíritu que las ha inspirado. Un espíritu que recién se aprecia ahora, precisamente porque el país está cambiando.
Un espíritu que, por lo pronto, no es ideológico . Es falso decir que la derecha le ha ganado ideológicamente a la izquierda en Buenos Aires, porque la llamada "derecha", al haber incorporado como no lo hacía antes la grave dimensión social de nuestros problemas, ya no se caracteriza por disimularlos o minimizarlos sino por encararlos con un sentido práctico.
Esto pasa en todo el mundo con la llamada "derecha". ¿Por qué vienen de triunfar Merkel en Alemania, Sarkozy en Francia, el Partido Popular en España y hasta Berlusconi en Italia? Porque el mundo político occidental ya no se divide ideológicamente entre una derecha supuestamente insensible y una izquierda supuestamente sensible a lo social, sino por la diferente actitud que ambas toman frente al drama social que ambas reconocen. La izquierda se dedica a denunciarlo. La derecha aspira, simplemente, a conjurarlo.
Ya nadie niega que el problema central es la escandalosa persistencia de la pobreza. La antigua derecha se ha transformado en una nueva derecha porque ha incorporado a su plataforma el desafío social. Pero la carta de triunfo de la nueva derecha es que ella espera responder a ese grave desafío en forma práctica, no declamatoria. Ambas coinciden al enunciar los fines de la política contemporánea. Ambas divergen solamente en cuanto a los medios que permitirán alcanzarlos. La izquierda ha perdido, en suma, el monopolio de la vocación social.
Primicias de la República
Macri, Michetti y los suyos encarnan el nuevo espíritu de Buenos Aires. El jefe electo de la ciudad ya no es un "doctor" fecundo en teorías sino un "ingeniero" ansioso de realizaciones. No se deja rodear por obsecuentes que lo alaban como si fuera un iluminado. Trabaja en equipo. No demoniza a sus adversarios. En cambio, dialoga con ellos. En su reunión con Kirchner, le habló con el respeto que merece la investidura presidencial, incitándolo de este modo a compartir una nueva y revolucionaria actitud, ajena a las descalificaciones.
La disposición al diálogo en medio de la diversidad pasó a ser de esta manera el nuevo escenario de la acción política, un escenario que el propio Presidente fue implícitamente invitado a compartir. Lo hará o no, pero lo que hay que anotar aquí es que Macri no está solo en su vocación de dialogar. Diversos actores, en Pro y más allá de él y de sus aliados, como Ricardo López Murphy, están incorporando ese nuevo espíritu en el cual Macri no representa más que la punta de un témpano.
Desde los lugares más distantes, diversos políticos como el salteño Juan Carlos Romero, el misionero Ramón Puerta, la fueguina Fabiana Ríos y su orientadora Elisa Carrió, el neuquino Jorge Sobisch y su sucesor Jorge Sapag, el santafecino Hermes Binner, el correntino José Antonio Romero Feris, el candidato Roberto Lavagna, el pampeano Rubén Marín, el bonaerense Francisco de Narváez, los puntanos Alberto y Adolfo Rodríguez Saá, el mendocino Roberto Iglesias y hasta el ex presidente Eduardo Duhalde, después de haber combatido el vicio de las reelecciones consecutivas, marchan cada cual por su camino y con su estilo hacia una meta que, ahora todos, comparten: la meta de una república libre y diversa en lugar de la concentración absoluta del poder y la proclamación del pensamiento único, en última instancia totalitarias.
El país no sólo está cambiando entonces porque la gente se cansa. Está cambiando porque, más allá del desencanto que ahora asoma, la gente marcha hacia un nuevo encanto. El encanto republicano . Algún día le llegará también a este nuevo espíritu la hora del desencanto. Los protagonistas que ahora ascienden también tendrán que resignarse entonces humildemente cuando les llegue esa hora, como acaba de hacerlo Tony Blair, repudiando la desmedida pretensión de vencer al tiempo y aplastar al disenso. Porque ya se lo dijo Borges a Bioy Casares en uno de los diálogos que éste registró en su libro póstumo: Hitler, Mussolini y todos aquellos que pretendieron reducir a la unidad la rica diversidad de las propuestas y los humores de la democracia, más que criminales fueron pueriles.
Por Mariano Grondona
La Nación
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home