- ESCUELAS CABA -
Falta un plan para las escuelas
Por Jacobo Schneider
Para LA NACION
Los desprendimientos de cielorrasos en el colegio Mariano Acosta no sólo sucedieron este año. A mediados de 2002 ya se había producido un importante desprendimiento de cielorrasos en aulas y pasillos, producto de la antigüedad del edificio, que comenzaba ya a colapsar. Ahora las nuevas estructuras de cielorrasos armados, incluyendo artefactos de iluminación y ventilación, se han desprendido también, con el consiguiente peligro para la población estudiantil.
¿Qué es lo que está ocurriendo con nuestros edificios escolares?
Son dos los aspectos principales que hacen que se produzcan estos lamentables accidentes. Primero, la antigüedad de muchas escuelas, construidas en la primera mitad del siglo pasado y carentes, en su mayoría, de mantenimiento. Y segundo, el mal funcionamiento del control de la calidad de los trabajos que se realizan en las escuelas, tanto en las antiguas como en las de reciente construcción.
La falta de idoneidad y experiencia de quienes licitan y contratan los trabajos por realizar hace que las empresas puedan efectuar trabajos deficientes y peligrosos para los alumnos. Las nuevas reparaciones que demandan causan grandes costos extras para el erario porteño.
Analicemos estos aspectos para encontrarles una solución aceptable. Como ya dijimos, gran parte de nuestras escuelas han ido más allá de su vida útil y, a pesar de las posibles reparaciones, no pueden soportar más sus propias cargas ni el peso de nuevas estructuras. Sin embargo, muchas de nuestras antiguas escuelas, que poseen un gran valor patrimonial, deben ser conservadas. Para ello hay que hacerles profundas reparaciones, no sólo en su aspecto estructural, sino también con trabajos de adaptación para que puedan responder a los requerimientos de la educación de hoy. Si bien las nuevas metodologías educativas son difíciles de aplicar en muchos de estos antiguos espacios, los trabajos que se encaren deberían contemplar no sólo el aspecto seguridad, sino también el de la adaptación a la educación de nuestros días. Esto significa elaborar un exhaustivo plan de reparaciones y de adaptación de las escuelas que puedan recibir este tipo de trabajos.
El segundo aspecto es el control de calidad de las obras en las escuelas antiguas y en las relativamente nuevas. Para organizar este control, la antigua Dirección General de Infraestructura, Mantenimiento y Equipamiento de la Secretaría de Educación de la ciudad realizó dos intentos, con resultados dispares.
Con la convicción de que no se tenía una correcta información sobre el estado de nuestras escuelas, hace unos años esa dirección general contrató con urgencia a varias empresas privadas para la realización de un inventario del estado físico de las escuelas porteñas.
Lamentablemente, las empresas hicieron una tarea muy deficiente, con información de dudosa credibilidad. Finalmente, todo cayó bajo sospecha y terminó en una investigación judicial, no sólo sobre las empresas contratadas, sino también sobre los funcionarios involucrados.
El segundo intento de hacer un inventario del estado de nuestras escuelas fue encarado a mediados de 2005, mediante un convenio suscripto por la Secretaría de Educación y las facultades de Arquitectura e Ingeniería, ambas de la UBA.
Por estos convenios, se creaban equipos formados por dos profesionales (un arquitecto y un ingeniero) y un estudiante colaborador. Cada equipo debía informar sobre el estado edilicio y de las instalaciones de las escuelas asignadas, volcando la información obtenida en planillas especialmente preparadas.
Este segundo intento fue muy bien planeado y se recibieron los informes con excelente y completa información sobre el estado de los edificios escolares de la ciudad. Pero lamentablemente no se avanzó más. No se elaboró con toda la información recibida un plan coherente de mantenimiento para prevenir los problemas que se están produciendo ahora, incluidos los de las instalaciones de calefacción que surgen en cada temporada invernal.
Indudablemente que el material recopilado en esta nueva investigación es de fundamental importancia para encarar un eficaz plan de mantenimiento preventivo. Para ello habrá que recurrir, necesariamente, a las normas preparadas por organizaciones internacionales, como la Unesco, y aprovechar la experiencia de numerosos países que las han aplicado con excelentes resultados. Lo realizado, por ejemplo, en Venezuela con la creación de FEDE (Fundación de Edificaciones y Dotaciones Educativas) podría ser un modelo para aplicar en nuestra comunidad. Así se podrían encarar los trabajos de mantenimiento de nuestras escuelas, hoy tan abandonadas y libradas a todo tipo de eventualidades.
El autor es director del Foro Internacional de Arquitectura Educacional
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