- UNIVERSIDADES -
Avance de las universidades privadas
Las universidades privadas argentinas tuvieron su origen en la ley 14.557/58, que estableció las condiciones en que funcionarían esos establecimientos. Muy debatidas en esos años, las actitudes y los prejuicios adversos fueron cediendo, y aunque estaban autorizados para emitir títulos y diplomas académicos, sus graduados todavía no estaban habilitados para el ejercicio de la profesión elegida.
De eso resultaba, entonces, la existencia de una contradicción, ya que el Estado reconocía, por una parte, la idoneidad de los estudios que se cursaban en las universidades privadas y, por otra, negaba la posibilidad de trabajar en función de la capacitación adquirida. Esa situación fue resuelta finalmente por la ley de la enseñanza privada universitaria (17.604/67), que permitió coordinar sin predominio, en el nivel universitario, la enseñanza estatal con la privada, y así sus graduados pudieron contar con la requerida habilitación para el ejercicio profesional.
El sistema privado se compone hoy de 41 universidades y 14 institutos universitarios y ha crecido un 47% en la última década. El ingreso anual es, en la actualidad, de 73.000 alumnos. La mayoría de ellos estudia ciencias sociales (58%) y, en orden decreciente, los siguen quienes se preparan en ciencias aplicadas (17%), ciencias humanas (15%), ciencias de la salud (9%) y ciencias básicas (1%).
De esos datos y de muchos otros informa un trabajo que fue emprendido a pedido del Consejo de Rectores de Universidades Privadas (CRUP) y elaborado por Juan Carlos Bello, Osvaldo Barsky y Graciela Jiménez, titulado Las universidades privadas en la Argentina. Mediante este texto es factible seguir y analizar la evolución de esas casas de altos estudios.
De manera general, es señalada en él su diversa condición, tanto en calidad como en tamaño, cuotas de alumnos y sueldos docentes. Son subrayadas también la alta concentración en carreras de bajo costo o la baja inversión en el campo de la investigación, punto débil que demanda corrección. Al mismo tiempo, son consignados otros aspectos positivos, como las mejores tasas de rendimiento académico y la mejor proporción en la relación docente-alumno.
El 54% de las universidades privadas carece de ingreso selectivo, el 43,5% de sus estudiantes trabaja y la mitad de este conjunto lo hace más de 40 horas semanales. La preocupación de las autoridades por el rendimiento de sus alumnos y su iniciación laboral se traduce en mayores recursos de seguimiento psicopedagógico, en el incentivo de las bolsas de trabajo y la oferta de pasantías. Estas casas de estudio se sostienen en un 90% por los ingresos de los aranceles, pues no han contado con aportes del Estado, que sólo recientemente abrió líneas de fondos para proyectos de universidades privadas. Hay en ellas un proceso de crecimiento gradual (47% en una década), que absorbe a 233.821 alumnos, lo cual significa para el congestionado sistema universitario estatal un verdadero desahogo.
Grandes universidades privadas en otros países perduran secularmente con pleno reconocimiento y constituyen por su obra educativa paradigmas latentes para nuestras casas de altos estudios, de las cuales cabe esperar un desarrollo continuo que dé paso a valiosos logros en el nivel de la enseñanza superior.
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