- 7 CLAVES -
Siete claves
para asomarse a 2008
Por Néstor O. Scibona
Opinión - La Nación
Pocas veces hubo tantas coincidencias entre economistas de distintas corrientes acerca de las oportunidades y los problemas que presenta la economía argentina de cara al año que está próximo a comenzar. Para la mayoría, 2008 se perfila como otro año de crecimiento significativo, pero con mayores dudas sobre el impacto de la inflación, el déficit energético, la calidad de la inversión y el financiamiento externo. Según cómo se combinen estos elementos dependerá una de las principales asignaturas pendientes del modelo, que es la desigualdad en la distribución del ingreso y el lento avance hacia una mayor inclusión social. De ahí que un repaso de estas claves permita asomarse a las principales perspectivas económicas del próximo año, el primero de la gestión de Cristina Kirchner:
Crecimiento: cada vez más economistas privados se animan a agregarle algunas décimas al crecimiento del PBI, que estiman en torno del 7%. El Banco Central prevé una expansión del 7,2% y el Ministerio de Economía se estira hasta el 8%. En estas proyecciones gravita el alto efecto de arrastre de 2007, que alcanza a 3,3 puntos, ya que este año cierra con un aumento del producto del 8,5% y un nivel de actividad a pleno, con muchos sectores industriales operando al límite de su capacidad instalada. También el escenario de altos precios internacionales para las exportaciones agrícolas, aunque con un alto grado de intervención estatal en los mercados.
Inflación: es la gran amenaza para la economía y una de las mayores incógnitas ante la ausencia de índices confiables para medirla. Según distintas estimaciones privadas, la verdadera inflación minorista de 2007 se ubicó en un rango del 14 al 24% anual y nadie puede decir que estén equivocadas, aunque dupliquen o tripliquen la previsión oficial. Lo mismo ocurre con las expectativas para 2008, debido a las presiones que genera el recalentamiento económico. Es una mala señal que el ministro de Economía afirme que el tema ocupa pero no preocupa al Gobierno, porque implica conformarse con un nivel alto de inflación, que corre el riesgo de realimentarse y afectar el ritmo de actividad con el correr del año. Ninguna política para frenar la inflación puede ser implícita ni abstracta, por más que el Gobierno busque no agregarle combustible mediante un mayor superávit fiscal (mediante retenciones) y una desaceleración marginal del fuerte aumento del gasto público (50% en 2007) y los subsidios estatales, junto con una expansión monetaria inferior a la de este año. Tampoco se encontró un mecanismo eficaz para disociar los altos precios internacionales de los alimentos y la energía del mercado doméstico, sin poner en peligro la inversión. La inercia de este año es un problema, al igual que la distorsión de precios relativos, algunos de los cuales -como combustibles (que subieron más de 30% en los últimos meses de 2007) y tarifas de transporte (que se ajustarán entre 15 y 20% a comienzos de 2008)- han comenzado a ser ajustados. El probable lanzamiento de un nuevo índice de precios al consumidor que medirá la inflación para los sectores de menores ingresos (dejando de lado rubros como medicina prepaga, colegios privados, combustibles, productos estacionales, TV por cable, garajes, turismo, esparcimiento, etc.) sólo contribuiría a enmascarar el problema pero no a resolverlo, a riesgo de realimentar expectativas indexatorias.
Salarios: la política salarial es otra cuestión clave, asociada a la aceleración inflacionaria, ya que puede acentuar la puja distributiva. Hasta ahora, los gremios con mayor capacidad de presión obtuvieron adicionales en función de la inflación pasada, para no perder poder adquisitivo. Pero se desconoce si serán a cuenta o la base de la futura negociación para 2008. Como nadie sabe dónde está parado, ni la rentabilidad es similar para todos los sectores, la discusión en paritarias se presenta como una nebulosa, en medio de internas sindicales (dentro y fuera de la CGT) y con la perspectiva de conflictos que pueden subir el nivel de "ruido" de la economía. Otro tanto ocurre con los salarios del sector público y los haberes de los jubilados, no incluidos en el presupuesto del año próximo. También será un problema para muchas empresas, que enfrentan una escasez de personal calificado, la negociación salarial con empleados fuera de convenio (gerentes, ejecutivos, profesionales, etc.) que sufrieron fuertes aumentos de precios este año, no registrados por el Indec. A ello se suma la progresiva eliminación de los tickets y la elevación de los aportes a las AFJP.
Inclusión social: el tema está presente en todos los discursos, pero no en las acciones oficiales. El empleo en negro se mantiene en el 40% (equivale al 75% del empleo en las pymes de hasta 8 trabajadores) y no hubo avances en sistemas de blanqueo para bajar costos laborales, ni tampoco en una nueva ley de accidentes de trabajo.
Energía: la oferta de generación eléctrica seguirá corriendo detrás de la demanda y se mantendrá el déficit en las épocas pico de consumo, que se estima en el 20%. La incorporación de nuevas centrales en 2008 apenas permitirá reducirlo en el 5%; pero eso equivale en el mejor de los casos a mantener la situación estable, ya que la demanda viene creciendo en la misma proporción y el impacto del nuevo plan de racionalización por ahora será casi marginal. Tampoco está resuelto el abastecimiento de gas natural en invierno (se requerirán fuertes importaciones de gasoil, fueloil y diésel oil a precios más altos), ni un esquema para aumentar las inversiones en el sector, cuyas necesidades trepan a 4500 millones de dólares anuales en los próximos años. Algo similar ocurre con la infraestructura física (caminos, puertos, transporte aéreo) para que acompañe el crecimiento y la competitividad de la economía.
Inversión privada: la novedad del nuevo año puede estar en la identificación de cuellos de botella en las principales cadenas de valor, a través de acuerdos sectoriales para promover nuevos proyectos de inversión. La carta que se reserva el Gobierno son créditos a largo plazo (10 años) a tasa subsidiada. La duda es si creará un nuevo banco público o si el Banco Nación o el BICE canalizarán la asistencia a través de la banca privada. Tampoco habría que descartar incentivos fiscales a nuevas inversiones.
Financiamiento externo: la negociación con el Club de París se estancó y la crisis financiera internacional complica el panorama. Si el cuadro no se modifica, el Tesoro deberá echar mano de excedentes del sector público y acentuar la dependencia financiera de Venezuela para cubrir vencimientos del orden de los 6000 millones de dólares en 2008. Habrá más demandas de créditos del BID y el Banco Mundial. La situación es un contrapeso para el sector privado.
Con todos estos elementos sueltos, el Gobierno deberá arremangarse para mantener el crecimiento de largo plazo y evitar que la inflación arruine las expectativas. En otras palabras, necesitará coordinar políticas y fijar reglas, que no es lo mismo que centralizar decisiones aisladas en la Casa Rosada.
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