- MALVINAS -
Malvinas: pasado, presente y futuro
¿Podrá nuestro país recuperar las islas alguna vez? Desde la guerra iniciada por una dictadura decadente no hay indicios de que el conflicto pueda destrabarse
Por Pablo Mendelevich
Enfoques La Nación
En algún lugar del palacio la Reina de Inglaterra tiene guardada una chalina de vicuña. Se la regaló Carlos Menem hace poco más de ocho años, el día que fue a almorzar a Buckingham, acompañado de su hija Zulemita, para robustecer la enfática reconciliación de posguerra con el Reino Unido que él organizó -tras reanudar relaciones en 1990-, apoyado en la teoría del paraguas. De la chalina poco se sabe, pero el paraguas, coinciden en esto los gobiernos de Néstor Kirchner y Tony Blair, aún hoy presta sus servicios virtuales. Es un imaginario cono de sombra donde se resguarda el tema de la soberanía de Malvinas. Sólo que en Buenos Aires, paraguas de soberanía significa que nada acontecido dentro del vínculo bilateral sentará un precedente capaz de afectar el reclamo argentino por la pertenencia de las islas, mientras en Londres la cobertura es total y blindada. "¿Soberanía?", dicen en su lluviosa isla los flemáticos herederos del imperio que mandaba urbi et orbi hasta la Segunda Guerra Mundial -o hasta que en 1947 se independizó la India-, y responden con el título de aquella película de María Luisa Bemberg: De eso no se habla .
Por lo menos así era hasta el miércoles pasado. Ese día ¡el gobierno británico habló de soberanía! Aunque lo hizo como un padre enojado. Increíble pero textual: "esta lamentable acción no (les) ayudará en nada", dijo Londres, "en su reclamo de la soberanía de las islas". Tal la amonestación, en escueto comunicado oficial, por la medida argentina de finiquitar el convenio que los gobiernos de Menem y John Major (el conservador posterior a Margaret Thatcher) habían firmado en 1995 para explorar y explotar petróleo y gas en el Atlántico Sur.
Está claro que el gobierno de Kirchner acaba de sepultar la estrategia de seducción emplazada en los noventa por Menem y el ya fallecido Guido Di Tella, el canciller más duradero de la historia. En el mismo acto se inauguró otra etapa, aún de inciertos contornos, que por lo visto disgusta a la contraparte, proverbial amiga de no innovar. Hacía rato que se especulaba en el mundo político y diplomático con la idea de que el 25º aniversario de la guerra traería alguna tirantez en las relaciones argentino-británicas, sólo que se esperaba que la chispa viniera por el lado de la pesca y apareció por el de los hidrocarburos. Aunque ambos rubros pertenecen a la dimensión económica del Atlántico Sur, la diferencia entre ellos es importante. Pesca hay, es el recurso principal de los isleños, de allí la disputa (que está a punto de mover la Argentina, mediante una nueva ley que replicará la decisión unilateral británica de otorgar permisos de pesca no ya por un año sino por veinticinco). Petróleo no: curiosamente la pulseada es aquí más política que económica. ¡Quién sabe qué habría sucedido de haberse hallado en estos años alrededor de las Islas Malvinas petróleo con costos de extracción justificables! La "cooperación" petrolera argentino-británica nació coja: una Comisión de Hidrocarburos del Atlántico Sudoccidental consiguió reunirse ocho veces; el problema es que la última fue en el año 2000. Mientras el gobierno isleño licitaba las exploraciones, los dos países que estaban de acuerdo no conseguían aclarar sobre qué mapa se habían puesto de acuerdo.
Un "malvinólogo" del gobierno argentino explica la situación en estos términos: "A ellos los acuerdos del 95 les permitían dar al mundo la impresión de que con la Argentina estaba todo bien, hasta tenían acuerdos de cooperación para explorar y explotar petróleo, mientras en la práctica nos decían que si no hacíamos lo que ellos decían en cada tema, éramos ´hostiles , de modo que nos presentarían como el país que volvió a ser ´incorrecto ".
Homenaje difícil
A la hora de las conmemoraciones, la diferencia Londres-Buenos Aires no es importante sino abismal. Los ingleses a las guerras propias las celebran con mayor pompa cuando de su epílogo se cumplen 25, 50 y 60 años, como sucedió en su momento, por ejemplo, con la Segunda Guerra Mundial. De modo que con Malvinas están frente a la primera oportunidad de purgar la primera bocanada de orgullo vencedor. A nosotros, en cambio, nos resulta difícil honrar la guerra de Malvinas sin renovar el cúmulo de sentimientos contradictorios que evoca 1982. Anécdota elocuente de ese pasado complejo que enroscaba dictadura y patria: el actual canciller Jorge Taiana vivió la guerra en la Patagonia, aunque no por decisión propia. Desde el penal de Rawson, donde pasó la mayor parte de los siete años y medio que los militares lo tuvieron preso, escuchaba rugir los aviones de combate.
En los últimos cuatro meses un enmarañado tironeo verbal fue y vino a Londres respecto de conmemorar en forma conjunta los 25 años. ¿Conmemorar? ¿Celebrar? ¿Homenajear? Según la diplomacia británica, el primer ofrecimiento no tenía fecha. El gobierno argentino asegura que sólo hubo una insinuación informal (vía el embajador en Londres, Federico Mirré) y que la fecha prevista era el 14 de junio, día de la rendición. Agrega ahora el diputado macrista Federico Pinedo, valiéndose de sus contactos en Londres: "Planean una parada militar para la que están rehabilitando aviones, no una mera evocación de los muertos".
Los sentimientos contradictorios removidos por 1982 van desde el patriotismo hasta la vergüenza. Así lo entendió hace un año el presidente Kirchner en un discurso que pronunció en El Palomar, donde pidió "perdón" a los ex combatientes, honró a los muertos "y a los muchachos que día tras días se fueron quitando la vida por el olvido de quienes nunca debieron olvidarlos" y le reclamó a Gran Bretaña la reanudación del diálogo sobre la soberanía. En el gobierno dicen hoy que ese discurso marcó la línea de lo que comenzó a ser ejecutado este otoño: "Diálogo, diplomacia y paz -expresó Kirchner- no significan vivir con la cabeza gacha".
Una embestida en todos los foros internacionales con eje en la resolución 2065 de Naciones Unidas, explican en la Cancillería, es lo que viene. En esa resolución de 1965 la comunidad internacional definió el tema como "una situación colonial especial y particular", entendió que estaba en disputa la soberanía e instó a las partes a negociar teniendo en cuenta los intereses de los malvinenses. Desde 1989, la Argentina no lleva la disputa a la Asamblea General, optó por presentar su reclamo ante el Comité de Descolonización. Cuatro países de América latina -Chile, Bolivia, Venezuela y Cuba- integran ese comité y serán los diplomáticos chilenos quienes presentarán el 21 de junio próximo la resolución que, como cada año, propone la Argentina, adelantó a LA NACION el embajador ante la ONU, César Mayoral. De no mediar sorpresas, el comité la aprobará por consenso e invitará al Reino Unido a negociar todos los puntos en conflicto, incluida la soberanía. Luego se notificará la resolución a la Asamblea General para otra vez repetir el proceso el año próximo.
¿Por qué está trabado el conflicto? Lo dice sin decirlo el mismísimo comunicado que emitió Londres el miércoles. "El Reino Unido cree firmemente que los falkland islanders [malvinenses] tienen derecho a la autodeterminación y no negociará la soberanía a menos, y hasta que, los isleños así nos lo pidan."
O sea nunca, cabría agregar con algún cinismo si fuera por como están las cosas hoy. Los isleños, huelga decirlo, no dieron muestras de sucumbir ni en una ventosa trasnoche de tragos reiterados a la política de seducción menemista. Vuelve la Argentina, pues, al meollo de la resolución 2065, que ya había conseguido habilitar negociaciones por la soberanía en 1966. Por entonces Blair tenía apenas 13 años (Kirchner, 16). Pero la edad que recordó hace una semana y media en una impactante declaración pública a propósito del 25 aniversario de Malvinas no fue la de los 13 sino la de los 29: "Yo era muy, pero muy joven -exageró Blair-, pero cuando miro atrás, obviamente, no tengo ninguna duda de que era lo que había que hacer". El líder laborista que es gran aliado de George Bush en Irak, el mentor de aquella efímera "tercera vía" de Anthony Guiddens tan encantadora para el matrimonio Kirchner, llamaba cosa correcta a lo que hizo en el Atlántico Sur la conservadora Margaret Thatcher, cuyo valor político, además, encomiaba.
En Buenos Aires fue un baldazo. Se lo entendió como un novedoso anticipo del color de las celebraciones londinenses que habrá en junio y no como una muestra más de que en el Reino Unido la política sobre Malvinas tiene motivos estructurales y culturales para comportarse con cierta estabilidad. Un diplomático muy atento a la política inglesa, sin embargo, explicó a LA NACION que en Londres el tema "Falklands" prácticamente no da réditos políticos, pero todo intento de romper el statu quo ofrece cuantiosos riesgos, visto el lobbie que puede hacer cualquier ciudadano a través del diputado de su circunscripción.
Precisamente sobre la base de que el Reino Unido es una democracia parlamentaria con un monarca constitucional, el diputado oficialista Jorge Argüello, presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores de la cámara, ha sido ferviente impulsor del Observatorio Parlamentario Malvinas, un foro multipartidario que, hoy por hoy, insinúa una homeopática política de estado. El problema es que el gobierno no parece interesado en aprovechar el respaldo opositor. Tuvo notable consenso, por ejemplo, la denuncia de los acuerdos sobre hidrocarburos -consiguientemente la sepultura de la política de seducción-, respaldo apenas mitigado con acusaciones de oportunismo. Pero el Congreso no fue de la partida.
Por cálculo político o porque los aniversarios redondos en todas partes marcan agenda, lo cierto es que después de 17 años está cambiando la política sobre Malvinas. La anterior dejó en el haber, entre otras cosas, la posibilidad de los argentinos de viajar a las islas (con sello del pasaporte) y los vuelos semanales desde Chile, a lo cual los ingleses añaden la renovada promesa de que antes de fin de año llevarán a las islas a alrededor de 700 familiares de caídos (la población isleña es de cerca de 3000 personas) para una conmemoración privada.
¿Podrá la Argentina recuperar las Malvinas en los próximos 25 años?, se les preguntó esta semana, en privado y bajo condición de anonimato, a varios de los principales políticos y funcionarios que trabajan en el tema. La respuesta prevaleciente salió tanto de bocas oficiales como opositoras: mientras el país no logre ser prestigioso y confiable a nivel mundial, no habrá recuperación. Se podría agregar que esa otra porción de la política exterior que está en manos de asambleístas adueñados del horario de una frontera internacional no parece apurar el trámite de convertir a la Argentina en un país prestigioso y confiable.
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