- INSEGURIDAD -
Delito y "sensación de inseguridad"
En las últimas jornadas numerosos hechos delictivos, desde secuestros, toma de rehenes, robos y homicidios, han vuelto a conmocionar a la sociedad, en particular a la de la provincia de Buenos Aires, incrementando la sensación de inseguridad que ha penetrado en la sociedad como un virus difícil de vencer. Sin embargo, las autoridades bonaerenses aducen sobre la base de estadísticas que ha habido una reducción del delito y que esa sensación de inseguridad que atormenta a la población habría mermado.
Es curiosa esa apreciación cuando desde el propio gobierno provincial se admitió que frente a la ola delictiva en el norte del conurbano se había tenido que pedir ayuda a las fuerzas federales. Al margen de que cabría preguntarse por qué ese bienvenido refuerzo abarcará tan sólo a la zona norte, siendo que la zonas sur y oeste también sufren la misma endémica y más que preocupante situación, es evidente que esa solicitud no se condice con la declarada disminución de los delitos graves. Más bien, da la impresión de que los funcionarios bonaerenses están sufriendo del mismo mal que las autoridades nacionales encargadas de controlar la inflación, al presentar estadísticas voluntaristas que al ser confrontadas con la realidad quedan totalmente desvirtuadas.
Según el Ministerio de Seguridad de ese estado provincial, en el lapso 2004-2006 se habría registrado una reducción del 22,41% en el rubro delitos graves, entendiéndose por tales aquellos que siempre son denunciados: homicidios, robos agravados, robos de automotores, piratería del asafalto y privación ilegal de la libertad. La información oficial subraya que tomados los últimos cinco años, la disminución es aun más acentuada -62,31%-, puesto que de 83.444 delitos registrados en 2002 se bajó a los 31.445 del año último.
Sin embargo, las informaciones periodísticas cotidianas expresan lo contrario. Durante los últimos días dieron cuenta de varios homicidios en ocasión de robo -entre ellos, los de dos policías virtualmente fusilados por los malhechores y el asesinato de un gendarme, durante un arrebato-, secuestros, violaciones, asaltos, tiroteos entre agentes del orden y delincuentes y privaciones ilegítimas de la libertad, como la que se produjo en San Miguel, cuando una señora que conducía una camioneta en la cual además viajaban sus cuatro hijos, fue interceptada y apresada por dos malvivientes en el acceso a un barrio cerrado: su esposo debió pagar un rescate de 10.000 pesos para que ella y sus niños fuesen liberados algunas horas más tarde.
Las máximas autoridades de seguridad provincial han atribuido a esa seguidilla de hechos violentos a supuestos complots y operaciones políticas que, sin embargo, no han precisado como corresponde a una denuncia de esas características.
No se trata, por cierto, de aumentar el temor ni de entablar controversias con autoridades y funcionarios a quienes anima, es de suponer, la sana intención de demostrar la eficiencia de sus políticas antidelictivas y la positiva actividad de las instituciones provinciales que tienen encomendada la defensa de las personas y la preservación de su tranquilidad y de sus bienes. Pero sí cabe señalar que la sociedad cree más en los datos provenientes de la realidad que en las maquilladas cifras de las estadísticas. Las informaciones oficiales se fundan en las denuncias que las víctimas realizan en las comisarías, pero lo que no reflejan es que una gran cantidad de afectados por el delito prefiere no hacer la denuncia por temor o porque las propias autoridades policiales tratan de disuadirlos para que no la hagan y así evitarse problemas.
Incluso si se dieran por fehacientes aquellos datos y todos los restantes que han formado parte del informe difundido por el Ministerio de Seguridad bonaerense, la población aspira a algo más concreto y para ella tangible. Razonablemente, pretende que la mentada rebaja estadística del quehacer delictivo se vea reflejada en la simultánea reducción de la cantidad de ilícitos con los cuales no tiene más remedio que convivir todos los días. Sólo así, es previsible, comenzará a recuperar su perdida y añorada tranquilidad, ahora mancillada por la creciente amenaza de la delincuencia, ensoberbecida y casi siempre impune.
Es evidente que el inquietante escenario que padecemos no se ha modificado. La endemia delictiva se agrava día tras día y la seguridad continúa siendo para los argentinos, lamentablemente, un valor en franco retroceso.
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