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La TV, en deuda con la calidad
Por Silvia Bacher
Para LA NACION
Según diferentes investigaciones, los chicos miran un promedio de cuatro horas diarias de televisión; algunos miran tres, otros hasta seis horas por día. A veces lo hacen acompañados por un adulto, pero en general es una actividad que realizan solos. El tiempo de exposición desciende en la medida en que aumentan los recursos socioculturales de las familias.
Pero ¿qué ven cuando encienden el televisor? Un estudio reciente del Comité Federal de Radiodifusión (Comfer) da cuenta de que el índice de violencia en la TV abierta es del 68% en los programas de la categoría "entretenimiento"; de 75% en los noticieros, y que 7 de cada 10 programas de ficción contienen violencia. Señala que se muestra un acto de violencia cada 15 minutos, a toda hora, sin tener en cuenta el horario de protección al menor. Por otra parte, una investigación sobre el índice de calidad de la televisión argentina realizada por la Universidad Austral con el auspicio de la Cámara Argentina de Anunciantes encontró que el 92% de los programas de entretenimiento analizados utiliza un lenguaje vulgar; el 55% de los programas de ficción transmite disvalores, como la mentira y el engaño, y el 60% de los noticieros utiliza recursos de ficción para dar a conocer las noticias.
Podemos preguntarnos entonces por qué los chicos no miran programas producidos para ellos. El motivo es sencillo: la programación específica es escasa. Según el estudio del Comfer, en 2004 existieron 328 ciclos diferentes en los canales de aire. De ellos, menos de un 10% estuvo destinado a los chicos y jóvenes, y sólo un 5% fue producción nacional.
¿Y qué ven en ese porcentaje pequeño producido para ellos? El mismo organismo indica que en los dibujos animados y en el animé japonés el índice de violencia figura entre los más elevados. Sin más estudio que el encendido, los padres se quejan de la oferta de la pantalla para los más chicos es, en la mayoría de los casos, más que una propuesta cultural capaz de informar o entretener, una invitación al consumo.
La televisión es una poderosa herramienta a la hora de estimular, entretener, informar y aprender. Pero pocos empresarios hacen uso de esta herramienta con una mirada vinculada a los derechos de la infancia. ¿Por qué? ¿Acaso temen correr riesgos económicos? Diversas experiencias dan cuenta de que el negocio puede ser igual de rentable al producir televisión de calidad.
El tema preocupa, desde hace años, a profesionales, padres y docentes de diferentes países. Por eso, diferentes sectores comenzaron a buscar estrategias para dar visibilidad a un problema que aqueja a la gran mayoría de la población, pero que no encontraba eco en los funcionarios ni en los empresarios de medios.
En Colombia, por ejemplo, la alianza Televisión de Calidad viene liderando, desde 2000, un debate nacional sobre la televisión, con especial énfasis en la televisión de interés público y en las audiencias de niños y jóvenes. El objetivo, afirman, es lograr un acuerdo de voluntades entre instituciones públicas, privadas, academia, ente regulador, ministerios, padres, canales, maestros y todos los demás sectores involucrados con el tema de modo de que se actúe para fortalecer la regulación existente en asuntos de televisión infantil, estimular la producción y programación de televisión nacional destinada a niños y niñas, fomentar una mayor investigación sobre medios donde los niños sean protagonistas y promover la creación de veedurías, ligas de televidentes activas y asociaciones de padres informadas que permitan una mayor participación ciudadana en su propio servicio público de televisión.
En España, dos años atrás, se acordó un código de autorregulación sobre contenidos televisivos e infancia que busca conciliar los objetivos económicos (y de audiencia) de las televisiones con la garantía de la protección de los menores. El código es un acuerdo establecido entre el gobierno español y diversas televisiones para fomentar la autorregulación a favor de la protección de los menores respecto de los contenidos televisivos. Con el fin de "conferir credibilidad al código y otorgarle confianza pública", se crearon dos órganos que garantizaran su cumplimiento: el Comité de Autorregulación y la Comisión Mixta de Seguimiento.
En México, Once niños es la franja diaria de producción local mejor posicionada del canal Once. Una de sus creadoras, Patricia Arriaga, afirma que la mejor producción de la BBC no le gana a una producción local, porque la gente se quiere ver. El canal ha desarrollado el Código de Etica y la Filosofía Once niños . Esta herramienta tiende a que los chicos participen activamente de las producciones y sean respetados no sólo como audiencias, sino también en tanto potenciales protagonistas de las producciones.
En la Argentina, son muchos los discursos pero escasas las acciones. En ese sentido, el informe sobre la situación de los niños y adolescentes en los medios audiovisuales electrónicos presentado pocas semanas atrás por el defensor del pueblo de la Nación cobra particular relevancia. Es un material consensuado con diferentes organizaciones de la sociedad civil y profesionales preocupados por la televisión que consumen los más jóvenes.
El trabajo es producto del debate de tres comisiones -de temas legales, contenidos y participación de los niños en los medios- que dan cuenta de las múltiples dimensiones del problema. En él se destacan las representaciones estigmatizantes, estereotipadas y por ende prejuiciosas que suelen presentar los medios respecto de los más jóvenes. También avanza sobre el complejo punto que representa la participación de los chicos en los medios audiovisuales, por la directa vinculación que surge con el trabajo infantil, dado que muchas veces éste puede resultar nocivo para el desarrollo de los menores.
Entre las conclusiones, el informe del defensor del pueblo destaca que el Estado no ampararía adecuadamente los derechos y garantías de los niños, niñas y adolescentes en esta temática, ya sea por ineficacia y/o negligencia en la intervención de los controles o por la incapacidad que manifiestan los organismos competentes para tomar las medidas y acciones pertinentes. También evidencia la necesidad de promover la producción de programas televisivos de calidad integral para los niños, niñas y adolescentes. Hasta aquí el informe.
Ahora, ¿será este documento un paso hacia una televisión de calidad destinada a la infancia y la juventud o sólo será un informe de situación? ¿Se instalará, finalmente, el tema en agenda? ¿Velarán los organismos responsables por el cumplimiento de la legislación que hace a la defensa de los más pequeños? ¿Se desarrollará un código de autorregulación? Y de ser así, ¿será respetado por un empresariado con hambre de éxitos efímeros, que en muchos casos no respeta siquiera los acuerdos de horario? ¿Se estimulará la producción independiente para que la creatividad esté presente a la hora de que los chicos enciendan la tele?
Así termina esta nota. Sembrando intrigas, a la manera de los avances de una novela por entregas, en la que los intereses del mercado intentan valer más que las personas. La pregunta central es cuándo llegará el final feliz en el que los que ganen sean también los que menos voz tienen en una sociedad mediatizada.
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