- LOS NUMEROS -
La obsesión por manipular las cifras
Es una lástima que el Gobierno haya empañado la fuerte baja de la tasa de desocupación con sus manejos más que discutibles en el Indec. El Presidente se congratuló ayer del resultado arrojado por el mayor relevamiento socioeconómico del país, conducido durante más de una década por una especialista de nivel internacional, que acaba de ser inexplicablemente desplazada de su cargo.
La alegría presidencial es también por el resultado arrojado por un organismo que, según la ministra Felisa Miceli, es defendido desde afuera por intereses extraños y que, también según la ministra, comete errores "gravísimos".
Al presentar los buenos resultados, el presidente Kirchner ha dejado en evidencia, además, su obsesión por hacer interpretaciones como mínimo mañosas incluso de los datos favorables. Por ejemplo, señaló que cuando le tocó asumir, la desocupación era del 27% (de lo que se informa en la sección Política). Pero las estadísticas no dicen eso.
Afirman, en cambio, que la tasa de desempleo era del 21% en el segundo trimestre de 2003 (Kirchner asumió en mayo de ese año) y llegó al 9,3% en el cuarto de 2006, en ambos casos, si se considera ocupados a todos los que cobran planes sociales.
El único número parecido al mencionado por el primer mandatario es el 26,6% del primer trimestre de 2003, cuando el Ejecutivo estaba a cargo de Eduardo Duhalde, y que se obtiene sólo si se considera como desocupados a todos los que cobran planes. Pero entonces en el cuarto trimestre de 2006 la tasa se redujo "sólo" al 10,1%. Porque si no se puede pensar que el Presidente, que suele acusar de mala intención a quienes cometen esas picardías, fuerza los números para empeorarlos en el pasado y mejorarlos en la actualidad para agrandar los méritos que él se atribuye.
Otro punto espinoso es el del aumento de la tasa de actividad, es decir, de la proporción de la población total que participa de algún modo del mercado laboral.
Aunque hubo una ligera reducción, la participación es altísima. Una de las interpretaciones posibles es que ante lo bajas que son las remuneraciones, más miembros de las familias buscan emplearse.
No vale la pena tampoco comparar, como lo hizo el Presidente, con 1993, la última vez en que la Encuesta Permanente de Hogares había informado un desempleo inferior al 10%. Habrá, en cambio, que preguntarse por qué en un contexto de tanto crecimiento de la ocupación es necesario que continúen tantos planes asistenciales.
Esos programas, que derivaron en peligrosas y discutibles dádivas y financiamiento político, se expandieron en momentos en que la situación laboral, medida por la tasa de desempleo, era mucho peor. Hoy no han desaparecido.
La desocupación mide sólo la peor de las situaciones laborales, pero no ofrece reflejo alguno de otras formas de precariedad. Haciendo una comparación con la salud, se trataría de la medición de la temperatura. Y cualquier madre sabe que el que le baje la fiebre no significa que el niño se haya curado.
Por Jorge Oviedo
De la Redacción de LA NACION
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