- EL ESCENARIO -
El rival será Kirchner
Algunas cosas se han movido ayer dramáticamente, tanto para Néstor Kirchner como para Mauricio Macri. El flamante candidato a jefe de gobierno por la coalición de centroderecha no podrá eludir al Presidente tras su decisión de ayer: la confrontación en la Capital será cara a cara con el propio Kirchner. El Presidente, a su vez, se topó con una novedad mala e inesperada. Macri es el mejor candidato a jefe de gobierno porteño y las elecciones capitalinas se harán casi cinco meses antes que las presidenciales. Una eventual derrota en el distrito más visible del país lo aproximaría a los comicios presidenciales con un espectacular traspié.
Kirchner ha dicho entre íntimos que no será indiferente en las elecciones de la Capital. El distrito federal es el distrito casi natural del Presidente. Intentará remedar lo que hizo hace cuatro años cuando se batieron el propio Macri y Aníbal Ibarra. Ibarra ganó en el último minuto y Macri fue derrotado por un puñado de votos en segunda vuelta, tras una obsesiva militancia de Kirchner en su contra. Aquella elección la ganó Kirchner y no Ibarra. "Haré lo mismo", adelantó ahora el Presidente.
Su problema es que han pasado cuatro años. La elección entre Ibarra y Macri sorprendió a Kirchner en 2003 cuando llevaba apenas 20 días en el poder. Cuatro años de poder significan desgastes y, de hecho, no le fue bien en la Capital en las elecciones de octubre de 2005, cuando su lista salió tercera. Entonces, el jefe del Estado descubrió que hay algo de su estilo y de sus formas que no es bien recibido por la sociedad capitalina.
Pero ¿le quedaría a Kirchner otra salida? ¿Podría hacer otra cosa que no fuera intentar impedirle a la oposición una victoria en uno de los cuatro principales distritos del país y, sin duda, en el más luminoso de todos?
Hasta donde la fuerza de las encuestas lo ayude, mantendrá a Daniel Filmus como el candidato más fiel del oficialismo. Ya tomó la decisión, de todos modos, de no pelearse con Jorge Telerman. "Apoyará sin fisuras a Telerman en la segunda vuelta, si fuera él quien llegara al ballottage", anticiparon a su lado.
La Capital ya obligó a Kirchner a tragar algunos sapos de considerable tamaño. Uno de ellos fue la denuncia de la ministra de Derechos Humanos de la Capital, Gabriela Cerruti, que acusó la semana última a dirigentes del kirchnerismo distrital del incendio intencional en una villa de emergencia de Villa Soldati. Ese incendio se cobró ayer indirectamente su primera víctima fatal con la muerte de una joven por la voladura de carpas en Parque Roca, donde vivía desde que el fuego arrasó su casa, durante la tormenta de la noche del domingo.
Ante la alternativa de romper a gritos cualquier alianza con Telerman, Kirchner prefirió creer en las seguridades que le llegaron del gobierno de la Capital: no habían acusado al Presidente, le aclararon, sino a dirigentes capitalinos que dicen adscribir a su línea política. Así sea. La Capital bien vale creer en lo que no se cree.
Las refriegas en el oficialismo (cuyas alternativas podrían continuar) fueron unas de las razones que llevaron a Macri a replantear su proyecto político.
En rigor, Macri está convencido de que ahora sí tiene una oportunidad invalorable de ganar la Capital y de que nunca estuvo en condiciones de ganar la presidencia.
Macri supone, incluso, que esta vez podría ganar en primera vuelta, lo que vaciaría de contenido el propósito presidencial de apoyar a Telerman sólo en la segunda vuelta.
De todos modos, Macri tampoco debería desconocer que Telerman sacó a la gestión del gobierno capitalino de la grisura en la que estaba y que logró rápidamente hacerse de una intención de votos que parecía improbable hace sólo seis meses. Macri confía más en la ayuda de Kirchner que en los eventuales errores de Telerman. Kirchner polarizará a la opinión capitalina por razones más políticas que administrativas cuando, como anticipó, entable una lucha cuerpo a cuerpo con Macri.
Macri también se juega lo suyo: un mal paso en la Capital podría terminar con su carrera política -o comprometerla seriamente-, porque sería la segunda vez que perdería el gobierno de su propio distrito.
La oposición va tomando, a su vez, otro color. Roberto Lavagna estaba ayer exultante. Macri había dado una muestra de autoridad que el ex ministro le venía reclamando. Lavagna siempre consideró que la candidatura capitalina de Macri, como resultado de una negociación, sería necesariamente desgastante para el propio Macri.
Lavagnistas y macristas van y vienen en estas horas en conversaciones que no tienen fin aún, pero todos están dispuestos a acordar, lo que no significa todavía que se llegue a un acuerdo. Sólo un sector del radicalismo -no todo el partido- podría obstaculizar un acuerdo con Macri en torno de la candidatura presidencial del ex ministro.
López Murphy no está de acuerdo en principio con la candidatura de Lavagna, pero es el más político de todos: sabe que los resultados de la política son los resultados posibles, siempre lejos de los desenlaces ideales.
El macrismo necesita, además, cierto barniz peronista que Lavagna tiene y del que López Murphy carece. El nudo del conflicto parece ser si la alianza será tácita o explícita.
El radicalismo -y quizás el propio Lavagna- quisiera un acuerdo implícito; esto es: el acuerdo existiría, pero nadie daría cuenta de ello. Lavagna no pondría candidato en la Capital, y Macri y López Murphy no tendrían candidato a presidente.
Se trata de una solución ideal para radicales y lavagnistas, pero no posible. Ni Macri ni López Murphy podrían hacer ese renunciamiento al liderazgo político y quedarse sin candidato en el definitivo combate por el poder nacional de la próxima primavera.
Por Joaquín Morales Solá
Para LA NACION
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