- PERÓN SE EQUIVOCÓ -
Perón no entendió nada.
Perón afirmaba que, en el futuro, todo iba a ser política exterior y que las políticas locales se diseñarían en función del escenario internacional. El doctor Kirchner parece entender que las cosas son justamente al revés.
Así, el gobierno argentino considera que la toma del puente de Gualeguaychú es tan legítima como la del puente Pueyrredón. Maltratamos adentro a Coto, Alarcón, Paulsen o Sergio Acevedo por las mismas razones que desairamos a Vázquez, Bachelet, Alan García, Fox, Chirac, Putin, Bush, el presidente de Vietnam, los primeros ministros de Japón e Italia, Aznar, la reina de Holanda o al mismísimo presidente de los Estados Unidos, aunque eran nuestros huéspedes.
Con Chile, Uruguay, Bolivia, Perú, Paraguay, Finlandia, Méjico, España, Italia, Francia, Estados Unidos, Japón, Vietnam, Rusia y, próximamente -en un repechaje que se está maquinando- con Inglaterra de nuevo por Malvinas, tenemos problemas por la misma, exacta razón que el Poder Ejecutivo mantiene frentes conflictivos con el periodismo, la Iglesia, la Justicia, los militares, los bonistas, la comunidad judía, el campo o los empresarios no subsidiados. Es el reino euforizante de la infalibilidad perpetua: aunque perdamos trece a cero en La Haya, “el fallo contiene importantes avances para nuestra posición.”
Mientras la democracia consiste en el gobierno de la mayoría pero con respeto por las minorías, el bonapartismo produce gobiernos excluyentes que desprecian el consenso. La dictadura de la mayoría –más estrictamente, de la primera minoría- supone la negación de la democracia republicana.
Cuando ya no se distingue al gobierno del Estado, resulta sencillo identificar al Ejecutivo con el pueblo y, al considerárselo no ya solo una parte de él, sino su mismísima encarnación excluyente, se termina creyendo que la fracción gobernante es lo mismo que toda la Nación. Es entonces cuando cualquier disidencia bordea la traición. El presidente afirma, una y otra vez, que distintos interlocutores tratan de extorsionarlo: esta forma de ver al mundo suele producir, precisamente, lo mismo que denuncia.
Las políticas externas de Kirchner y Chávez no podían sino confluir: ambas expresan procesos internos en que el proyecto político aparece difuso mientras crecen el personalismo y la hegemonía presidencial.
Si las instituciones se debilitan, nada puede asombrar en que se vaya reemplazando a Alberdi por D’Elía, tan semejante a Hugo Chávez que ambos configuran las caras, interna y externa, de una misma forma de hacer política. Cuando Hugo Moyano sitia con camiones a Carrefour sin que al gobierno se le mueva un pelo ¿Puede extrañar que ante el tribunal del Mercosur hayamos alegado que impedimos el comercio entre Chile y Uruguay para que los epígonos de Busti “se expresen con libertad.”?
No habiendo en el mundo una relación de identidades comparable a la de argentinos y uruguayos, la malvinización de este conflicto, con la dimensión que le otorga el envolvernos en la bandera para enfrentar una disputa exclusivamente ambiental con quienes siempre hemos considerado como hermanos, configura una verdadera cruzada contra nosotros mismos, un conflicto esencialmente intestino, involucrando a los desprevenidos uruguayos en la inmisericorde confirmación de que, para determinadas formas de entender la política, para un argentino no hay nada peor que otro rioplatense.
Por Andrés Cisneros
(ex Embajador Argentino)
Nota publicada por Revista NOTICIAS
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