- RIACHUELO -
La fuga del Riachuelo
Un viaje lejos de la contaminación, con paradas en la "torre Eiffel" de La Boca, la laguna nudista y un paseo de compras guiado por los quinteros de la isla Maciel
A pocas cuadras del Riachuelo la vida de muchísimos vecinos transcurre como si estuvieran a kilómetros del agua. Así, arrastrados por la contaminación y otros males a esa fuga lejos de la costa, abandonaron en la orilla antiguos tesoros como la torre Eiffel de La Boca, el campo nudista de Villa Riachuelo y las quintas de verduras de la isla Maciel.
No todos quieren recordar cómo era el Riachuelo. Si bien el problema de la contaminación es tan viejo que hasta Sarmiento llegó a hablar de el, no hay que ir mucho tiempo atrás para descubrir que la relación de los vecinos con el agua era muy diferente.
Aroma sin igual. "Hoy el río sólo tiene presencia cuando sopla viento del sudeste o del este pero –a diferencia de mis hijos- para mí el Riachuelo era un lugar de aventuras, de juegos", bromea Osvaldo Moreno -vecino de Villa Riachuelo- sobre el legendario olor de esas aguas, que empeora en los días muy calurosos de verano.
El vive a tres cuadras del autódromo que hoy bordea el río, a diferencia de lo que sucedía unas seis décadas atrás donde sólo había un campito, muy cerca de donde Roberto D’Angelis, otro vecino, iba a bañarse con "los pibes de la barra".
Campo nudista. Según cuenta D’Angelis, miembro vitalicio del Club Yupanqui, detrás del campo sembrado y lindante con el antiguo Puente de la Noria, había una laguna a la que él y otros chicos iban en forma "clandestina".
"Nos bañábamos completamente desnudos. Era como un campo de nudismo. El short no era muy común en esa época. Salíamos corriendo por ese campo y zafábamos de la policía porque no quería que fuéramos ahí. Era una cosa sin control y muchos chicos se ahogaban. En aquel entonces todo el mundo caminaba e iba a donde quería y después rendía cuentas como sea en la casa.", recuerda el integrante del Club de la D que menos hinchas tiene, tal como lo hizo famoso la publicidad de una conocida gaseosa Cola.
Ya en ese entonces los padres de los que hoy son los vecinos de mayor edad se lamentaban de que el río estaba sucio. Pero a pesar de todo era común ir a pescar, atrapar ranas o cazar gorriones, en especial cuando el menú indicaba "polenta con pajaritos". Un estofado poco usual por estos días.
Picnic en el Dock. Julio Pazos, bisnieto de Vicente Fonda, uno de los fundadores de la actividad de buzo comercial en el Riachuelo dice: "En esa época, me contaron mis tíos que se iban a bañar allá. Mis padres, también, practicaban remo en un club de Dock Sud, en el Club Regatas Almirante Brown. Incluso había domingos que iban a hacer picnics a lugares que hoy son peligrosísimos como Puerto Piojos o Dársena inflamable."
Pazos aprendió a bucear –a diferencia de la mayoría de sus colegas- en aguas sin visibilidad, lo opuesto a las límpidas aguas del mar chubutense en las que hoy trabaja. "Como lo tuve de muy chico y para nosotros siempre fue algo muy natural, yo tengo cierto afecto por el riachuelo. Cada vez que estoy en buenos aires hago una pasada porque siento alguna atracción, no sé de que tipo, por esa geografía que hoy por hoy está muy feo, muy deteriorado, pero no deja de tener una personalidad especial."
¿Eiffel en La Boca? Mucho antes, cuando empezaba el siglo XX, y el furor del progreso se contagiaba hasta estas tierras, se levantó el puente trasbordador Nicolás Avellaneda. "La torre Eiffel de La Boca", tal como le dicen en el barrio.
La estructura, que tiene forma de puente, funcionaba como un montacargas horizontal y Lito Discioscia un vecino que podría definirse como "militante" -ya que integra muchas de las asociaciones y organizaciones boquenses existentes- llegó a usarlo.
"Yo tenía un amigo que hacía el reparto de pan en la isla Maciel y yo lo acompañaba con la canasta y el caballo", dijo Discioscia durante una recorrida del Museo Quinquela Martín con LA NACION.com mientras señalaba hacia fuera del balcón principal del edificio para mostrar la vista que solía inspirar al pintor.
Del otro lado, estaban los quinteros con las verduras. Las compras se hacían cruzando con el bote, por supuesto.
Los barcos y el trabajo. La Boca era una zona concentradora de marineros de todas partes del planeta y de decenas de barcos que se apretujaban cerca de las cinco en torno a la vuelta de Rocha.
"Había tripulaciones de buques, extranjeros, gente relacionada con el ambiente de astilleros. Era un barrio de obreros, bohemio y con toda la influencia directa de Europa, gente que había llegado recientemente y había pasado por guerras. Los anarquistas, las regiones europeas que a veces no se llevaban muy bien unos con otros.", cuenta Pazos.
Uno de esos obreros fue, según Discioscia, Quinquela Martín: "El iba a hombrear bolsas al puerto. La cultura de él era el trabajo por eso usted va a ver que todas sus obras muestran el trabajo".
Tras las sucesivas crisis, el paisaje cambió. La contaminación creció –de la mano de la pobreza y el desempleo- y la zona se transformó en lo que, según otro vecino, son los patios traseros de las casas: "dónde uno pone la basura y las porquerías".
Quizás por eso, y otro poco por la "vergüenza" (uno de los comerciantes locales dice que evita mencionar la palabra Riachuelo), muchos vecinos no quieren hablar del tema. "No, yo no voy a hablar", dice a LANACION.com un botero de unos 70 años mientras aleja la embarcación hacia la isla Maciel, "si yo le contara… ¡Acá se podía nadar! ¡Y mire cómo está ahora", grita –enojado- desde mitad del río.
D’Angelis coincide en que en el barrio "ni se comenta del Riachuelo". Recuerda que se bromeó bastante respecto a la famosa promesa de los 1000 días de María Julia y destaca que muchos añoran pescar otra vez en esas aguas: "Y yo mismo digo -como pienso vivir 120- espero que en 10 años lo puedan purificar. Yo tengo confianza de que lo van a hacer".
Silvana Santiago
De la Redacción de LANACION.com
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home