- AGUAS TURBIAS -
El Riachuelo y un drama que nos avergüenza
Por Luis Grossman para LA NACIÓN 21.06.2006
Arquitextos
En un correo electrónico que impacta, el arquitecto Rodolfo Graciotti declara enfáticamente que el Riachuelo es un problema de Estado. Y comienzo esta nota con mi completo acuerdo hacia ese punto de vista, ya que fragmentar esa tragedia en jurisdicciones es a mi modo de ver una burla burocrática.
El país no puede observar con indiferencia el envenenamiento de cientos de miles (hay entidades boquenses que hablan de 5 millones) de ciudadanos sin encarar ya un plan de saneamiento que proponga las etapas sucesivas para convertir esa cloaca abierta en lo que debe ser, un curso de agua que se vuelca en el Río de la Plata. Lo que actualmente transporta el Riachuelo no es agua. Hubo y hay análisis del líquido que se extrae de la superficie y de distintas profundidades, y los resultados son alarmantes.
Tuvo razón, a mi modo de ver, el ministro Ginés González García cuando, al ser interrogado a propósito de los estudios químicos del curso del Riachuelo, manifestó que no era prudente perder más tiempo con esos análisis y que lo importante sería comenzar con las tareas de saneamiento. Está bien, pero ahora se presenta la duda: ¿quién dará el puntapié inicial?, porque es evidente que estamos en su campo de acción. La normalización del Riachuelo en cuanto a la limpieza del lecho, donde yacen cascos de embarcaciones hundidas, y el contralor de los efluentes que se vierten por parte de las industrias linderas sin pasar previamente por plantas de tratamiento, no solamente contribuirá a mejorar la salud de niños y adultos que habitan en las zonas próximas, sino que transformará el paisaje urbano del contorno, el que va a experimentar sin duda alguna una puesta en valor acorde con las renovadas características del lugar.
Voluntad política
Si el ministro -que tiene entre sus asuntos no sólo el de la salud sino también el que atiende al medio ambiente- reconoce la gravedad del problema, resulta de prioridad absoluta formular el plan que tienda a resolverlo en un tiempo razonable. Acaso no serán los míticos 1000 días de triste memoria, pero tampoco terminarán en la anomia que posterga indefinidamente esta cuestión que, reiterando la definición de Graciotti, es un problema de Estado. Hace casi 70 años, en 1937 para ser más preciso, Enrique Cadícamo -el poeta porteño que nos dejó hace poco- escribió versos que, con el título de Niebla del Riachuelo, documentan el abandono que se prolonga y agrava con el correr de las décadas: "Turbio fondeadero donde van a recalar/barcos que en el muelle para siempre han de quedar ". Pero es en las primeras palabras del hermoso tango, que tiene música de Juan Carlos Cobián, donde encuentro la expresión del drama que uno intenta comunicar: "Niebla del Riachuelo -dice Cadícamo- amarrado al recuerdo, yo sigo esperando "
¿Hace falta expresar de viva voz la voluntad política de atacar esta vergüenza nacional? En ese caso, ¿debería ser el Presidente el encargado de hacerlo? Que quede claro que puede llenarse la Plaza de Mayo varias veces con los vecinos que siguen esperando, perjudicados y condenados a una vida intoxicada por la desidia de políticos y funcionarios, frente a ese problema de Estado que es el Riachuelo.
Por Luis J. Grossman
luisjgrossman@gmail.com
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