- MUCHO RUIDO EN BAIRES -
Buenos Aires, ciudad ruidosa
Editoral La Nación 16.06.2006
Los ruidos son uno de los más habituales factores contaminantes del medio ambiente de las grandes ciudades. Cualquiera fuere su origen, los ruidos estridentes representan la molestia más extendida en los países industrializados. Pero el ruido es más que una molestia, porque provoca contaminación acústica e implica un peligro real para la salud de la gente.
En los últimos años, el incremento del nivel de ruido en la ciudad de Buenos Aires ha crecido en forma desproporcionada hasta llegar a ser considerado un factor de contaminación grave que incide negativamente en la calidad de vida y, además, deteriora la salud, altera el comportamiento y afecta las actividades de los seres humanos.
El problema del ruido es que si bien se trata de un elemento ambiental molesto, no es considerado como tal desde nuestra cultura. No hay conciencia del gravísimo daño que produce sobre la capacidad de audición. Muchas veces subestimamos este problema que afecta nuestra salud considerándolo un precio que debemos pagar por vivir en un mundo moderno.
La principal fuente emisora de ruidos molestos es el tránsito, y dentro de éste, el producido por los camiones recolectores de basura y por los colectivos. Pero también es importante la incidencia de los ruidos producidos por locales comerciales o bailables. En el caso de los automotores, el nivel de ruido crece paulatinamente no sólo por el aumento del tránsito, sino también porque los vehículos no están sometidos a las verificaciones técnicas que permitirían reducir la emisión de sonidos molestos. También es sabido que las quejas de los vecinos por los ruidos provenientes de locales comerciales o casas particulares tardan en ser atendidas y, por ende, hay zonas sometidas en forma permanente a ruidos emitidos desde bares y locales bailables.
Mediante estudios realizados por el gobierno local y la Asociación Oír Mejor, entidad especializada en la problemática ambiental sonora, pudo ser trazado un mapa de ruidos en el territorio porteño y fue posible comprobar cuáles son las principales fuentes de contaminación acústica. En total, se las puede reducir a cuatro: los vehículos a motor, en un 80 por ciento; las industrias, 10 por ciento; los ferrocarriles, 6 por ciento, y los bares y centros comerciales, 4 por ciento. Según las mediciones oficiales y de organizaciones no gubernamentales, en numerosos puntos de la ciudad el ruido supera los 80 decibeles, mientras que el máximo tolerable es de 70, según los estándares de la Organización Mundial de la Salud. Más allá de ese tope, el ruido provoca lesiones auditivas.
El barrio de San Cristóbal soporta, en Combate de los Pozos al 1800, una contaminación matinal de 72,6 decibeles, y por la noche, de 76 decibeles. En Barracas, sobre la avenida Montes de Oca al 1600, el nivel máximo llegó a 77,4 decibeles durante la mañana, en tanto que por la tarde bajó a 77,2. En Belgrano, en Cabildo al 2100, se llegó a medir 79,3 y luego 77,4 decibeles.
Por su parte, el punto de concurrencia de varias decenas de miles de personas por día en plaza Constitución tuvo 74,3 y 77,9 decibeles. Las autoridades de la ciudad tienen, por lo tanto, una deuda respecto de evitar la contaminación sonora, garantizar el acatamiento de las normas vigentes y proveer las que fueren necesarias para evitar daños en la salud y en la calidad de vida de los vecinos. Sin embargo, las normas pueden ser estrictas y es posible incluso ser exigentes en su cumplimiento, pero a menos que se induzca a la sociedad a que tome conciencia de los gravísimos perjuicios causados por los ruidos molestos será difícil que esta enfermedad de las grandes urbes pueda ser desterrada de nuestra metrópoli.
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