- LA INSEGURIDAD -
Inquietante sensación de inseguridad
Editorial de La Nación 15.06.2006
Una preocupante sensación de inseguridad generalizada se percibe en los habitantes de la ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense. El motivo: un aumento de los delitos, que en lugar de ceder se multiplican día tras día.
También hay plena coincidencia entre los moradores del área metropolitana en que ya no queda casi ningún sitio donde sentirse a resguardo de los delincuentes, que en la mayoría de los casos actúan bajo los efectos de las drogas y con una violencia extrema.
Las autoridades nacionales, de la provincia de Buenos Aires y de la ciudad autónoma tendrían que tomar nota de esa percepción ciudadana. La coordinación de políticas de las tres administraciones gubernamentales y de las Policías Federal y bonaerense es fundamental para poner freno al delito.
Ya no hay espacio para sortear el problema desligándose de las responsabilidades que les competen, porque el crimen no respeta fronteras y los habitantes necesitan respuestas urgentes. De acuerdo con el índice de temor ciudadano, que elabora el Centro de Estudios para la Convergencia Ciudadana, el 83 por ciento de los consultados del área metropolitana dijo haber sufrido un delito o ser familiar de alguien que lo había padecido el año último. Y el 72 por ciento cree que corre riesgo de convertirse en víctima de un acto criminal, dato que confirma -a pesar de haber retrocedido un poco respecto del año anterior- la percepción de inseguridad que aparece en todas las encuestas como la principal preocupación ciudadana.
Asesinatos en ocasión de robo, asaltos en casas y departamentos en los que se emplea una violencia exacerbada y violaciones que han conmocionado a la sociedad contribuyeron en los últimos meses a mantener en niveles alarmantes una sensación de miedo que no se puede ignorar desde los despachos oficiales. Al contrario de lo ocurrido años atrás, el miedo al secuestro extorsivo, una modalidad delictiva que explotó al ritmo de la crisis económica y social que padeció la Argentina a principios de siglo, ha descendido en la población.
Sin embargo, y con razón, ha crecido la percepción de que el consumo de drogas es la causa principal del delito. En los Centros de Gestión y Participación de la Ciudad, los habitantes de Buenos Aires reclaman día tras día a las autoridades una mayor presencia policial en las calles, más patrulleros y más agentes en las esquinas. Se pide mayor prevención, además del mejoramiento del espacio público, más iluminación y el desmalezamiento de zonas propicias para el delito.
Cada vez que en la sociedad se instala la percepción de inseguridad surgen los interrogantes respecto de cómo actuar. Hasta el momento no ha habido una política de Estado que responda a la demanda creciente de protección que emana de la población y para que se ponga término a la inseguridad. Habría que examinar detenidamente nuestra realidad urbana para determinar en qué medida la aspiración de la ciudad de Buenos Aires de disponer de su propia fuerza policial contribuiría a lograr mayores avances en la lucha contra el crimen.
En caso de que la iniciativa fuera aprobada, la metrópoli debería aspirar a contar con una fuerza de seguridad en la cual se combinasen las probadas experiencia y capacidad de la Policía Federal y la confiabilidad que emanaría de su dependencia de las autoridades locales. Sin embargo, el mayor interés de sus habitantes es que existan estructuras de seguridad creíbles y eficientes, más allá de si deben seguir dependiendo del poder federal -como hasta ahora- o si deben pasar a la jurisdicción local.
Un elemento central que contribuiría a atenuar la percepción de inseguridad sería la resolución de crímenes que aún permanecen impunes, para evitar el acrecentamiento del descrédito de las instituciones policiales y de la Justicia.
Es verdad que una mejora en los niveles socioeconómicos de la población, como consecuencia de un crecimiento sostenido, puede contribuir a una baja de los delitos y traer aparejada una menor sensación de inseguridad. Pero las autoridades no pueden quedarse de brazos cruzados esperando a que esto suceda.
La Nación 15.06.2006
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