- PATRIMONIO -
Defender el patrimonio arquitectónico
Quienes tienen genuina y ya añeja preocupación por el destino del patrimonio arquitectónico y paisajístico porteño han recibido con franco alivio la ley, aprobada hace pocos días por la Legislatura local, que dispone proteger los edificios patrimonialmente valiosos y suspender por un año la demolición de los inmuebles calificados como "edificios representativos".
Se ha dado un paso adelante en una cuestión de importancia mayor y en la cual el inmovilismo estaba conduciendo en forma irremediable a la pérdida de bienes irrecuperables.
En contra de la tendencia a defender los edificios e incluso las áreas históricas, imperante desde hace muchísimo tiempo en casi todo el mundo, en nuestra ciudad y en nombre de un falso progresismo, casi siempre mero encubridor de intereses inmobiliarios, fueron arrasados inmuebles y zonas urbanas que daban testimonio fiel de las diversas fisonomías que tuvo la metrópoli desde el tiempo de los virreyes hasta promediar el siglo XX.
Esa devastación fue impiadosa: se encarnizó de tal manera con lo erróneamente "viejo" que hoy sólo quedan mínimos vestigios de la Buenos Aires de entre fines del siglo XVIII y las cuatro o cinco primeras décadas del XIX.
A pesar de esa actitud impiadosa, el patrimonio edilicio porteño aún es un auténtico muestrario de estilos arquitectónicos y modalidades constructivas. Hay quienes sostienen, y no sin razones de peso, que tan infrecuente diversidad es, sin duda, uno de los principales atractivos de esta urbe convertida en una suerte de imán que atrae a gran cantidad de turistas.
Ni siquiera esa certeza concreta ha logrado poner a salvo tan interesante riqueza edilicia ante el auge de la construcción en altura y la consiguiente necesidad de liberar terrenos para aprovechar esa tendencia.
Sobran los ejemplos de construcciones históricamente valiosas y ya desaparecidas: ha sido el caso de las demoliciones del teatro Odeón y su solar contiguo -esquina sudeste de Corrientes y Esmeralda-, convertidos en una playa de estacionamiento, y de la denominada "Casa de Millán", la más antigua construcción del barrio de Flores, derribada en apenas 24 horas para eludir cualquier intento de preservarla.
Llegados a ese punto, ruidosas movilizaciones vecinales, sumadas a las autorizadas opiniones de expertos locales y extranjeros comenzaron a promover un bienvenido cambio de mentalidad a ese respecto. Tal preocupación fue la puntada inicial de la intervención legislativa que ahora ha quedado consagrada en la norma mediante la cual se dispone la protección de los inmuebles considerados de interés patrimonial y la suspensión de las demoliciones de edificios inventariados por la Subsecretaría de Patrimonio en la categoría de "edificios representativos".
Avance significativo que no puede ni debe quedar en soledad. Las autoridades que, al parecer, todavía no han comprendido en forma integral cuál es el valor intrínseco de nuestro patrimonio arquitectónico, deberían darle respaldo con otras disposiciones. Por caso, la promoción de la conservación y aprovechamiento de los edificios históricos, el esclarecimiento de sus valores, el aliento a la construcción en zonas desprovistas de edificios patrimonialmente valiosos, la formalización de estímulos tangibles que beneficien las políticas preservacionistas y la orientación de las inversiones a modalidades de construcción no destructivas de los inmuebles ediliciamente valiosos.
La memoria y la entidad requieren testimonios que permitan visualizarlas. Es menester agudizar el ingenio de manera tal que puedan congeniarse sin inconvenientes ni tropiezos el legítimo derecho de propiedad y la no menos justificada inquietud colectiva de que nuestra ciudad enaltezca su tan valioso pasado.
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