- PREVENCION -
Mejor prevenir que curar
Las autoridades porteñas se han preocupado por recuperar algunas de las plazas de nuestra ciudad y por regalarle el parque Colón al gobierno nacional para que lo utilice como jardín de la Casa Rosada, al tiempo que se han desentendido de graves irregularidades que ocurren en varias de ellas. Es el caso, por ejemplo, de la plaza Libertad, ocupada por intrusos no siempre inofensivos.
Ubicada en la manzana delimitada por Libertad, Paraguay, Cerrito y Marcelo T. de Alvear, la plaza Libertad es un paseo pequeño, muy bonito y bien diseñado. Su ubicación céntrica la hace especialmente valiosa en esta lucha por el espacio verde, en pugna constante con la errónea invasión del cemento que pretende avasallar la fisonomía urbana.
Hacia la esquina de Libertad y Paraguay, junto a un añoso gomero, hay un hueco con tapa, supuestamente destinado a guardar herramientas. En 2006, ese espacio, bastante amplio por cierto, fue ocupado como vivienda por un grupo de individuos, lo cual motivó las quejas del vecindario. Allí, los intrusos dormían y cocinaban, además de lavar sus ropas en las fuentes y ponerlas a secar en la reja que la rodea. Asimismo, mendigaban y bebían abundantemente.
La peregrina invasión terminó en forma pésima. Durante la primavera última, una mujer joven osó cruzar la plaza por la noche: fue atrapada, arrastrada hacia el hueco y violada por seis malhechores.
La cavidad estuvo clausurada un tiempo con las fajas judiciales de rigor. Ahora ha vuelto a quedar abierta y ocupada. No sólo eso, sino que frente al teatro Coliseo, entre un matorral y una pared de cemento que allí existen, se ha improvisado otra vivienda precaria, cuyos ocupantes también rompen la armonía del paseo, extendiendo mantas y ropas para su lavado y secado sobre las plantas y cercos propios de la plaza.
El problema de los sin techo y la marginación que los afecta es muy grave y de ningún modo nos deja indiferentes. Lo agudiza el problema del alcoholismo, porque muchas de esas personas se niegan a concurrir a los lugares que el Estado, la Iglesia o las organizaciones no gubernamentales les ofrecen para refugiarse por la noche.
El derecho a la asistencia debida y la libertad de la cual hacen gala al negarse a ser ayudados si se los priva del consumo de bebidas alcohólicas no deberían autorizarlos a invadir el espacio público recreativo y estético, rompiendo con el sano objetivo que las plazas y paseos tienen en las ciudades.
Es menester que el gobierno local se haga cargo de esta situación irregular y encare una campaña de preservación de la belleza estética, junto con el suministro de atención médica, psicológica y social de quienes ocupan los paseos para albergarse o dormir. A nadie se le escapa que se trata de una cuestión vinculada hasta con la inseguridad delictiva, como lo prueba el aberrante delito cometido en la plaza Libertad.
Tanto en esta plaza como en todos los demás espacios verdes debería primar el sabio dicho "mejor prevenir que curar".
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