- MUNDO NUEVO -
Un nuevo mundo bipolar
Por Carlos Tramutola
Para LA NACION 10.07.2006
Cuando Hu Jintao se fue de Washing-ton, Estados Unidos comenzó a es- perar.
Lo que parecía imposible está sucediendo. La potencia económica más grande del planeta necesita a China. Bush pidió que China revalúe el yuan, su moneda, y que controle a Irán. Hu sonrió y no respondió ninguno de los dos pedidos.
En China nadie tiene ninguna duda de que su país les va a disputar el liderazgo mundial a los Estados Unidos en pocas décadas. China es un pueblo que representa también una raza y una cultura milenarias. Históricamente, siempre ha sido una nación avanzada y los chinos saben que su destino está allí en la cima. Están convencidos de que los últimos quinientos años fueron un sólo un paréntesis en su liderazgo mundial.
Para convertirse en la fábrica del mundo, China aprendió del modelo aplicado por algunos vecinos como Japón, Corea o Singapur. Mao le devolvió la independencia y el orgullo nacional, y Deng dio los dos pasos clave hacia el desarrollo de todos los países asiáticos: estabilidad política y apertura comercial.
Así, sus más de mil millones de habitantes ingresaron al mercado laboral mundial, sin anestesia para el resto del planeta, que ve cada vez más complicadas sus industrias con una fuerte dependencia del costo de la mano de obra no calificada. No por casualidad, México, que creció en torno a la industria liviana, fue el último país en admitir a China en la Organización Mundial de Comercio, el 11 de diciembre de 2001. Hoy, China fabrica dos tercios de los DVD y los zapatos del mundo.
El gigante de Asia ya es también una potencia económica mundial. Es la cuarta economía del mundo, luego de los Estados Unidos, Japón y Alemania. Además, es el tercer importador de petróleo, el segundo importador de soja y el primer importador de cobre del mundo.
Pero hay más, y aquí comienza la relación intrincada con Estados Unidos: China acaba de superar a Japón en su constante acumulación de reservas internacionales, que alcanzan la exorbitante cifra de 850 mil millones de dólares.
Y la reciente visita de Hu Jintao a Estados Unidos dejó en evidencia algo que todavía no era tan claro. China es también una potencia política. El dragón asiático ya discute mano a mano la política mundial con el país más poderoso de Occidente. Es que China es el primer importador de armas del mundo. Desde hace algunos años, duplicó su presupuesto militar, que ya es el segundo del orbe. Por eso se puede dar el lujo de aterrorizar a Taiwan en sus intenciones independentistas. Del mismo modo, logra influir en alguna medida en la indomable República Islámica de Irán.
Estados Unidos está preocupado por su creciente y ya pavoroso déficit comercial y piensa, acertadamente o no, que la culpa la tiene el yuan. Es que China se empecina en mantener el tipo de cambio alto y quieto. Cree que eso favorece la previsibilidad de su economía y sus omnipresentes exportaciones manufactureras.
No toda la responsabilidad del déficit de Estados Unidos recae en China. La realidad es que en este país muchas veces se ensamblan productos que se desarrollan y fabrican en otros. Lo que se ha transferido es la parte final del proceso de producción desde Malasia o México hacia China. Pero EE.UU. ya importaba esos productos, de todos modos. Debe caer un mito: China no exporta tecnología. Las computadoras se diseñan en Estados Unidos, se fabrican en Malasia y sólo se ensamblan en China. Lo que hacen, entonces, es exportar, como siempre, mano de obra a bajo costo.
El "dragón" neutraliza su superávit comercial comprando dólares y acumulando reservas. Esas reservas no son ni más ni menos que deuda norteamericana.
¿Qué pasaría si China decidiera cambiar sus dólares por euros? Entonces, podría debilitar la moneda norteamericana. De ahí es de donde surge una cuota no menor de poder del país asiático. ¿Y qué ocurriría si China deja flotar su moneda? Seguramente, cambiaría menos de lo que se cree. El yuan se podría apreciar alrededor de un 15 por ciento y los ochocientos millones de chinos que viven en una economía rural de subsistencia seguirían dispuestos a mudarse a las fábricas costeras para trabajar por uno o dos dólares por día.
Además, si uno visita las grandes tiendas de Estados Unidos, puede encontrar muchas camisas fabricadas en India, Paquistán o Bangladesh. De esto se deduce que el problema no es sólo China. El problema es que los obreros norteamericanos no están dispuestos a trabajar por dos dólares por día. Por suerte: es que no necesitan hacerlo.
A China le importan dos cosas en el próximo medio siglo: disputar el liderazgo económico mundial y reunificarse con Taiwan. El objetivo de una sola China es uno de los más importantes en la mente de todos los dirigentes actuales y futuros. Aunque parezca desproporcionada la relevancia que se le da a esta cuestión, comparada con la salida de la pobreza de trescientos millones de chinos en los últimos años, es así.
Cada día que pasa, Taiwan tiene menos margen de acción. Ya son más de un millón los taiwaneses que se mudaron a China continental en pos de mejores oportunidades económicas. Y la economía taiwanesa depende cada vez más de la china. Como siempre, la estrategia china es muy simple: esperar. Todo ocurrirá naturalmente, según piensan.
Los dos objetivos chinos producen distintos efectos en su relación con Estados Unidos, según los tiempos. En el corto plazo, China no está en condiciones de ir a una guerra con Taiwan, que sería respondida por la alianza occidental. Eso lo acerca al país anglosajón, que puede inducir o no a Taiwan a declarar su independencia desafiando al continente. También en el corto plazo China necesita el mercado de consumo norteamericano para sus exportaciones, así como sus inversiones. En el largo plazo, China ya no necesitará tanto de nadie.
¿Cómo será este nuevo mundo bipolar? Lo interesante será ver los movimientos de dos grandes potencias orientales como Japón y Rusia. Japón es un país asiático con algunos valores confucianistas similares a los chinos. Además, económica y geográficamente está muy ligado a esa nación. Pero Japón también tiene una alianza de medio siglo con Estados Unidos, que lo ha llevado de las ruinas de posguerra a un desarrollo excepcional.
Rusia, en cambio, se siente más europea que asiática. Posee recursos naturales que podrían complementar muy bien las necesidades chinas. Pero la rivalidad entre rusos y chinos incluye enfrentamientos en las invasiones rusa a Afganistán y vietnamita a Camboya. Además, en los últimos quince años Rusia también se ha aliado a Occidente.
¿Y América del Sur? El continente americano no siempre ha funcionado como una región integrada. Hay un dato ineludible: la soja argentina, el mineral de hierro brasileño y el cobre chileno se venden en China.
Todo está por verse. Lo cierto es que el planeta cambió dramáticamente en los últimos veinte años y cada uno deberá encontrar su lugar en el mundo.
El autor es responsable del área de comercio exterior de la Fundación Grupo Sophia; coautor de libro China: cómo puede la Argentina aprovechar la gran oportunidad.
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