- SER SOLIDARIO -
Paz y solidaridad
Madre Yeresa de Calcuta
Dos conmemoraciones se realizan hoy. Una, internacional: el Día Internacional de la Paz; la otra, nacional e igualmente importante para nosotros: el Día Nacional de la Solidaridad, en recordación del nacimiento de Teresa de Calcuta.
La paz, ese objetivo universal y permanente que supone la ausencia de agresión, de guerras o de violencia entre las naciones, es el que las Naciones Unidas persiguen incansablemente desde su fundación. Pero la noción de "paz" ha de ir mucho más allá del plano específico de las relaciones entre los pueblos. Tiene, como concepto, una extensión más profunda porque define también a una virtud que conduce a las personas, a las familias y, entonces sí, hasta a las naciones, hacia la reconciliación, la amistad y la concordia.
San Agustín asignó a la paz el significado de "tranquilidad en el orden", de aplicación a pueblos y personas por igual. Y otro padre de la Iglesia, Santo Tomás, expandiendo el concepto agustiniano, habla de la necesidad de buscar una "tranquila convivencia en el marco del orden", que inspire confianza y aleje las impaciencias.
La experiencia sugiere que no hay paz sin orden; que no hay orden sin justicia, y que, en ausencia de orden, el respeto, la tolerancia, la libertad y hasta la dignidad de las personas quedan expuestos a peligros de toda suerte. También, que no hay paz duradera basada en el temor.
Durante los últimos cuatro años, lamentablemente, los argentinos nos hemos visto expuestos muchas veces a la siembra constante de resentimientos, insidias y divisiones; a la ofensa como actitud y al insulto como práctica, y a la exacerbación indisimulada de odios y rencores que sólo sirven para separarnos.
Y ha sido desde lo más alto del poder desde donde, en lugar de reparar o reconciliar a la sociedad, se ha atizado constantemente el fuego de la discordia. No se ha vacilado en caer en la arbitrariedad; en usar la intimidación como sistema, y hasta en demonizar permanentemente a los adversarios.
También, como han recordado los obispos recientemente, se ha tratado de reescribir la historia nacional con notoria parcialidad y con un criterio que se origina en resentimientos y pasiones aún encendidos.
Los argentinos hemos vivido un reciente pasado trágico cuyas heridas no sólo no hemos conseguido superar, sino que, en la búsqueda del rédito político, algunos se empeñan en reabrir. Por ello, la importancia de señalar esta coincidencia única de un día en que se llama a la paz y a la solidaridad. Celebrar la paz impulsa a buscar la armonía extraviada, porque sólo en paz esta sociedad logrará alcanzar la convivencia cívica indispensable para reconocerse en un destino común, además de un pasado turbulento.
Los últimos episodios de violencia que vivió la provincia de Santa Cruz hace pocos días no deben repetirse nunca más. Es hora de reflexionar y, más aún, es tiempo de cambiar, pensando y actuando sin caer en los engañosos espejismos que se nos ponen por delante. Pero se trata de apoyar un cambio real, que suponga estar dispuestos a abrazar, de cara al futuro, las coincidencias que debieran unirnos, en armonía y con justicia.
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