- LUTHIERS -
Marcos Mundstock
Carlos Nuñez Cortes
DOS LUTHIERS
A los cuarenta, empiezan los homenajesDos integrantes del mítico conjunto humorístico-musical, que acaba de ser condecorado por el gobierno de España, reflexionan sobre la historia de cuatro décadas de un grupo que atravesó democracias y dictaduras.
Ana Seoane
Diario Perfil
Maronna, Mastropiero, Núñez Cortés. (ab.) Mundstock, Rabinovich, López Puccio.
Foto: Gentileza Les Luthiers
Cada tres años estrenan un espectáculo, pero este 2007 es una fecha muy especial para Les Luthiers, porque cumplen cuarenta años de vida, casi un milagro argentino.
—¿En todos estos años cambió el humor?
MUNDSTOCK: Siento que el humorismo público no cambió, lo que sí lamentablemente se modificó es lo que tiene más difusión, como el de la televisión. Creo que los chistes que se cuentan hoy por la calle siguen siendo los mismos y se basan en el ingenio. Pero lo que se deslizó hacia la vulgaridad, con poco criterio artístico, es cierto lenguaje colectivo, que se refleja en la televisión. El humor del café sigue siendo bueno, aunque ahora se legalizó el uso de las malas palabras. Lamentablemente, se creó una nueva profesión: decir palabrotas y nada más, perdiéndose el ingenio del humor popular.
—¿De quiénes aprendieron más?
NUÑEZ CORTES: Ninguno hizo una carrera teatral, todos tuvimos formaciones musicales. No sólo clásica, siempre nos gustó el folclore de otros países. Algo que hoy no está presente, ni siquiera en mis hijos. Crecimos aprendiendo a disfrutar el jazz, la bossa nova, casi al mismo tiempo empezaron Los Beatles. Siento que aprendimos de todos un poco.
—¿Son conscientes de tener la etiqueta de hacer un humor culto y poco masivo?
NC: Nuestra extracción fue universitaria y nos nucleamos en el Coro de la Facultad de Ingeniería. Ibamos allí a cantar un repertorio bastante ecléctico y clásico, hacíamos obras de Haëndel y Bach y por eso nos pusieron la etiqueta de cultos. El primer humor que escribió Les Luthiers fue para nuestro consumo. Hacíamos chistes tomando como materia prima el material que ensayábamos. Cuando despegamos del coro, nos encontramos con la triste realidad de que no todos podían disfrutar de una parodia de La Pasión según San Mateo. Se dio un fenómeno gradual: sin descuidar lo cultural, fuimos abriendo el espectro. Incorporamos música de tango, jazz, bolero, que no estaba en nuestro repertorio, pero siempre con mucha altura y teniendo el gusto por el idioma.
—Desde un comienzo de su historia, se supo que se psicoanalizaban con el doctor Ulloa ¿por qué, y si lo siguen haciendo?
M: (Se ríe) El análisis nos venía por extracción individual, luego decidimos hacer una terapia institucional. Tal vez sea inhe-
rente a la clase media universitaria a la que pertenecíamos. Argentina es un país famoso por el alto consumo de terapias. Ante el primer problema, fue la solución inmediata. Estuvimos casi veinte años, no éramos pacientes de todo el año, íbamos de mayo a octubre, una vez por semana. Teníamos nuestra sesión básicamente con el doctor Ulloa, lo cargábamos porque le decíamos “el psicoanalista de las estrellas”.
—¿Cómo se traslada el humor nacional a otras partes, como a España?
NC: Nosotros no adaptamos el humor, porque es universal y atemporal, tal vez porque nuestro idioma es un castellano bastante neutro, que se comprende en cualquier ciudad de habla hispana. El espectáculo que hacemos aquí lo llevamos a España, sólo modificamos algunas palabras; en vez de decir pollera pasamos a falda, lo importante es saber el término paralelo. Nunca modificamos ni los temas ni el estilo.
—En estos cuarenta años han pasado por distintos gobiernos. ¿Cómo vivieron los tiempos de dictadura?
M: A nosotros nunca nos han perseguido. Seguimos trabajando, parece que a nadie le parecimos ni peligrosos, ni subversivos. Aunque hicimos un disco con una secuencia de una jura de subsecretarios. Eran todos militares y terminaban con el de Cultura, que era un cabo primero… Después grabamos una marcha que se llamaba Perdimos otra vez (anterior a Malvinas), donde había arengas a oficiales. Mucho tiempo más tarde, nos enteramos de que en Córdoba, un director de una radio pidió que no se pasara ese disco.
—¿Evolucionó la Argentina culturalmente?
M: Creo que el país se está empobreciendo gradualmente, desde siempre. Lamentablemente, cada vez estamos mucho peor en muchas cosas. El gran cambio cultural fue liberarnos definitivamente de los militares como poder más importante en el país. Fuimos testigos de una alternancia entre períodos seudodemocráticos y golpes militares. Sólo los militares podían terminar con ellos mismos, y lo hicieron con la Guerra de las Malvinas. Siento que es el gran progreso del país, fue un renacer. La cultura tiene que ver con una inversión pública, como los caminos, la educación o la salud. Nosotros tenemos una gran herencia que todavía nos dura, el crisol de razas, hijos o nietos de españoles, italianos, judíos o de Europa del Este. Tuvimos un tiempo de bonanza económica donde todos comían e iban a la escuela, y eso nos formó y todavía nos rinde. La cultura sobrevive en estado latente, aunque nadie la riegue; la inversión cultural es lamentable, pero no podemos decir nada, porque los hospitales están peor… El panorama es de decadencia.
—¿En estos 40 años hubo propuestas para hacer televisión?
NC: Tuvimos ofertas, pero por uno u otro motivo el grupo nunca quiso hacer un proyecto serio. Sólo llegamos a permitir que las cámaras entraran al teatro y filmaran nuestro espectáculo, en nuestro soporte, con algún trabajo de edición. Muy al comienzo, en 1968, hicimos diez programas de Todos somos mala gente, en Canal 7. Fue humorismo de sketch con actores de cine y teatro de mucho nivel.
—¿Quién creó al personaje Johan Sebastian Mastropiero y los premios que llevan su nombre?
M: El personaje fue una invención mía, porque nos ayudaba a inventar comentarios sobre las obras, luego se nos ocurrió rendirle homenaje. Los premios están inspirados en el Oscar y en el Martín Fierro. La estatuilla es como un Oscar, pero tiene un instrumento musical, como la guitarra del gaucho.
NC: El empezó tímidamente con Mastropiero, pero luego el personaje creció de una manera brutal, tomó protagonismo y le adjudicamos todo lo que hacemos. Hasta tuvimos que crear una fecha de nacimiento (7 de febrero) porque los seguidores querían saber de qué signo era (acuariano). Luego se transformó en un pícaro, mujeriego, con hijos bastardos, y se hizo cada vez más querido por la gente.
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