- PRIVADAS EN CINE -
Las privadas ya no son las de antes
Caricatura: Alfredo Sabat
Críticos de cine y jefes de prensa observan los usos y costumbres de esas ceremonias frente a la pantalla que los convoca cada semana
Cada semana, durante la temporada fuerte de estrenos, las distribuidoras de cine locales y las filiales extranjeras organizan unas veinte exhibiciones de películas que están por estrenarse. Estas funciones, exclusivas para críticos especializados y periodistas de espectáculos, se denominan privadas y se hacen habitualmente en pequeñas salas de proyección (no más de 30 butacas), propiedad de las distribuidoras, o en espacios de las cadenas de multicines porteños, en horarios matutinos y en los que los asistentes se ven recompensados con un desayuno. Las privadas ya no son ceremonias íntimas: así lo revela la cantidad de personas que figuran en los mailings de los jefes de prensa, entre 300 y 500. Un estreno anticipado en un microcine le cuesta a una distribuidora unos 200 pesos, pero si la proyección es en un multicine (en general, se inician a las 10.30 de la mañana en salas del Hoyts Abasto, de Cinemark Palermo o Village Recoleta, previo desayuno) se eleva hasta 800 o 1000 pesos.
Con pasado de fanático del cine y con actualidad de cotizado artista plástico, Eduardo Stupia es, además, un eficaz organizador de privadas como jefe de prensa de Alfa Films. Afirma que ya no percibe como antes "el carácter secreto o privilegiado de las privadas. A las privadas -cuenta Stupia- se las debe ver como una facilitación laboral, un gesto amigable que contribuye a la tarea profesional. Y también -¿por qué no decirlo?-, un antídoto contra la piratería porque, en teoría, ayudamos a evitar que los críticos bajen las películas de Internet o las consigan antes en el quiosco de la esquina". Para Stupia, ver las películas con anticipación les sirve a todos: a las revistas, que cierran, en ocasiones, más de un mes antes de su salida; a los críticos en general, que van preparando en su cabeza su opinión, y, en especial, a los matutinos, que desde hace unos años publican sus críticas los jueves, en lugar de los viernes, como sucedía antes.
Con por lo menos 30 años en la especialidad crítica, Jorge Carnevale (de los semanarios Ñ y Noticias ) asegura: "Ya casi no voy a las privadas, porque prefiero verlas en casa". Se lamenta: "Hasta hace un tiempo nos conocíamos todos. Ahora se sumaron las pequeñas publicaciones especializadas, las radios alternativas, las páginas web, los canales de cable". Y se asombra: "A veces llama mucho la atención la cantidad de críticos de cine que hay". Con esas afirmaciones coinciden los periodistas Gedalio Tarasow, de larga trayectoria en revistas del espectáculo, y Adolfo C. Martínez, de LA NACION.
Los dos recuerdan que los jueves a partir del mediodía los críticos -de entre quienes salen nombres prestigiosos y recordados como José Dominiani, Carlos Burone, Héctor Grossi, Leo Sala, Edmundo Eichelbaum, Tito Franco, Coco Acevedo, Nicolás Cócaro, Enzo Ardigó, José María Coco, Mabel Itzcovich, Alberto Tabbia- debían someterse a una agotadora maratón de películas. "También se veía entre lunes y martes, en la Asociación de Cronistas Cinematográficos, en Maipú y Tucumán, o en el microcine del Opera, cuando era únicamente cine", evoca Tarasow. Y agrega Martínez: "Nos encontrábamos en un bar de la calle Lavalle y luego veíamos cuatro o cinco filmes. Después corríamos a las redacciones a escribir porque eso tenía que salir al día siguiente".
Ambos coinciden en que todo tiempo pasado fue, al menos, distinto: menos críticos, todos conocidos. La sensación de cofradía parece haberse interrumpido desde que una enorme cantidad de nuevos medios y de jóvenes tienen acceso a las privadas. Por los alrededores del folklórico barrio de las distribuidoras (sólo en la manzana de Lavalle, Ayacucho de ambas aceras, Tucumán y Riobamba tienen su sede más de media decena de ellas) y en sus cafés más concurridos por los especialistas (Cine Bar, 2001, Zoo) se advierte la presencia de periodistas tan experimentados como Ricardo García Oliveri, Rómulo Berruti, Catalina Dlugi, Elsa Bragato, Alicia Petti, Marcelo Zapata, Luis Pedro Toni, Nora Lafón o Luis Kramer, autor, además, de una utilísima ayudamemoria de privadas y estrenos que llega por mail . Y no son pocos los que lamentan la ausencia del inefable Aníbal Vinelli, fallecido hace unos meses. Al lado de ellos, integrantes de las nuevas camadas de cronistas cinematográficos como Diego Battle, Natalia Trzenko, Miguel Frías, Sergio Wolf, Sergio Del Zotto, Horacio Marmurek o Jorge Belaunzarán, entre muchos otros. Lo privado de las privadas, aquello que es comidilla, pero que no sale de una referencia pintoresca, tiene que ver con los desubicados que hacen comentarios en voz alta o con los que se duermen en las proyecciones y, como si fuera poco, roncan.
Desde hace 18 años Ana María Corbellini hace comentarios cinematográficos y asegura que sólo se siente una privilegiada: "Por ver cine, que es una cosa que amo, sin tener que pagar la entrada". Para Corbellini todo cambió -para mal- cuando las privadas comenzaron a hacerse en salas grandes y se incluyó el servicio de desayuno. "Ahí se sumó gente que exigía merchandising , que era capaz de hablar durante la proyección y que lo único que le interesaba era estar para consumir gratis todo lo que se pudiera", opina.
Eduardo Stupia manifiesta: "Aunque no los conozca personalmente o desconozca el medio donde trabajan, nunca discrimino; acredito a todo el que me lo pida". Crítico exigente de Página 12 , Horacio Bernades afirma que algunos microcines no ofrecen una proyección adecuada: "Basta con que se te siente alguien adelante para que pierdas una visión adecuada; son frecuentes los fuera de foco de los proyectores y las conversaciones de los proyectoristas que se filtran a la sala. Por lo demás, todo bien". Según Gabriela Radice, que comenta lo que ve en privadas en un programa de Canal 7, en el noticiero de Canal 9 y en Radio Mitre, afirma: "Lo mejor de las privadas es que está casi garantizado, al menos hasta ahora, que nadie comerá pochoclo ni hará ruidos molestos o comentarios durante la proyección". Los críticos consultados para esta nota coincidieron en que el momento más tenso en una privada es si el jefe de prensa o, en caso de que se haya visto una película argentina, su propio director, exigen una opinión sobre lo que se acaba de ver. Sucede que, como piensa Gabriela Radice, "los cronistas suelen guardarse celosamente tanto sus opiniones como sus emociones". "Me llama la atención que, aunque lo que se ve sea muy emotivo, los críticos no lloran. Recuerdo sólo un par de privadas, con los filmes de Fabián Bielinsky, en que al final se escucharon aplausos unánimes".
A esta altura, la organización de privadas es ya una verdadera especialidad de promoción y prensa, que deberá incluir, por lo menos, una gacetilla lo más completa posible y adicionales, tales como música de la banda, fotografías, remeras y otros materiales publicitarios. Los especialistas más reconocidos son, entre otros, Eduardo Stupia, Bucky Butkovic y Cristina Rubano, Lola Silberman, Colombo- Pashkus, Raquel Flotta, Jean Karla Falón Plaza, Cecilia Bianchini, Martina Nardone, Mariana Mutri, Alina Coacci, Cristina Zurutuza, Luciana Condito, Denise Salvador.
Con algo de guiño para entendidos, con un poco de ceremonia exclusiva, las privadas son una parte del trabajo diario para los asistentes y un acontecimiento por lo menos extraño para los que nunca asistieron a una.
Por Carlos Ulanovsky
Para LA NACION
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