- DISTINTOS VERDES -
Las plazas y sus rejas
Por Marta Varela
Para LA NACION
No todos los espacios verdes son iguales ni se usan de la misma manera. Hay plazas de escala barrial y otras que atraen a habitantes de toda la región, como sucede los fines de semana con el parque 3 de Febrero y la Costanera Sur. Pero también hay plazas históricas y ceremoniales, e incluso plazas que actúan como centros de trasbordo.
El análisis sobre el uso, la historia y el paisaje de cada espacio verde ayuda a definir las características de su diseño, equipamiento y mantenimiento. Dentro de ese análisis, la colocación de rejas se decidirá si sirve para mejorar la sustentabilidad del espacio público. Cuando YPF propuso colocar la reja en El Rosedal, fue parte de una decisión mayor que buscaba la recuperación patrimonial. Con ese objetivo, la reja fue plausible.
Pero la instalación de una reja no puede ser nunca una decisión aislada. El problema en la actualidad es que cuando se interviene en el espacio público no se efectúa ese análisis, sino que el gobierno coloca rejas como si se tratara de plantar panes de césped.
El caso más burdo y más reciente es la reja en torno del Cenotafio de los Héroes de las Malvinas. Ese lugar no admite una reja, como tampoco la admitiría el monumento al general San Martín. Son ámbitos donde se conmemora a la Patria y en los que es de esperar el mayor respeto y realce.
La plaza Italia también luce ahora una reja perimetral de más de dos metros de alto. Esa plaza es parte de uno de los centros neurálgicos de la ciudad, donde se encuentra el mayor centro de exposiciones del país, y pasan decenas de líneas de transporte en todas las direcciones. El uso de esa plaza está, en buena parte, condicionado por el tránsito permanente de personas que la atraviesan. Si se puso la reja, es que se piensa cerrarla, y esa plaza no se puede cerrar a ninguna hora del día. Al colocar la reja se ha dañado el diseño de la plaza. Cualquiera que pase por allí notará que los grandes accesos a la plaza han quedado ahora cerrados en forma permanente por la reja, la que cuenta con portones diminutos. La reja, el diseño y el uso de la plaza están colisionando.
Hace un tiempo se anunció la puesta en valor de la plaza Alemania y se subrayó que la obra se proponía recuperar el diseño original de Thays. Luego de inaugurada, el gobierno porteño decidió ponerle una reja perimetral. La reja no sólo es de muy baja calidad, sino que al no haber sido pensada dentro del diseño de la plaza cerró en forma definitiva varios de los accesos a los caminos internos de ella, lo que echó por la borda el homenaje a Thays. En este caso, como en otros, lo que no advierten los funcionarios es que si el análisis indica que es mejor poner una reja para asegurar la sustentabilidad del espacio, el diseño del espacio verde tiene necesariamente que cambiar.
La reja supone que, en algún momento, la plaza se cierra. Pero en la actualidad muchos espacios no se cierran por la noche, o los encargados de abrirlos o cerrarlos son los mismos vecinos, o peor aún, permanecen cerrados durante todo el día o sólo abren algunos días. El piletón de la plaza Urquiza, frente a Canal 7, está cerrado durante los días de semana. La reja fue colocada para evitar que los chicos de la vecina Villa 31 la usaran como pileta o que algún mendigo lavase la ropa. Eso se hubiese podido evitar con vigilancia, sin sacar del uso público una buena porción del parque.
Hay casos más difíciles de explicar. El parque Indoamericano, en Villa Soldati, fue cerrado por la actual administración con una enorme reja perimetral (suman más de 3 km), pero sin que se efectuara la más mínima intervención para lograr su mejora, que por cierto necesita. Por supuesto que permanece abierto día y noche, mientras que dos sectores internos, el Parque de los Derechos Humanos y el Parque de los Héroes de las Malvinas, tienen sendas rejas perimetrales.
La plaza Colón es un caso más curioso. Allí la reja se levantó por la inseguridad que siente el presidente de la Nación, que incluso se aventura ahora a querer llevar allí el helipuerto. No había razones para contrariar tanto la historia y el paisaje de nuestra ciudad. Olvidada durante años, ahora la plaza está en obra desde enero del año pasado. La ciudad lleva gastados más de 11 millones de pesos, lo que la convierte en la plaza más cara de la historia de la ciudad.
Las rejas por sí mismas no son buenas ni malas, sino que dependen de la evaluación de cada espacio por intervenir. Lo cuestionable es que el Estado haya abandonado por años el mantenimiento de los espacios verdes y ahora, con el afán de cuidarlos, sólo piense en su resguardo a través de la colocación masiva de rejas. En el futuro, deberán conjugarse de mejor forma la identidad ciudadana y la necesidad de proteger el patrimonio por medio de una paleta de opciones, que incluirá a las rejas como una alternativa más, pero no la única.
La autora es legisladora porteña y vicepresidenta del bloque Recrear y de la Comisión de Protección y Uso del Espacio Público.
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