- POBRE CIUDAD -

La barbarie tomó la ciudad


Y vamos por más...


Es alarmante el aumento de los actos de vandalismo en la ciudad de Buenos Aires, que no sólo parecen no tener límites, tanto en cantidad como en la calidad de los objetos agredidos, sino tampoco quién tome las medidas necesarias para ponerle freno a esta barbarie.

No conformes con los ataques a semáforos, teléfonos públicos, edificios, esculturas y medidores de gas, los depredadores urbanos han encontrado en los cestos de basura ubicados en las calles porteñas un nuevo blanco sobre el cual descargar su cuota de agresividad y malicia.

Entre los muchos ataques absurdos que se pueden enumerar figura la destrucción de una escultura dedicada a Chaplin, en la plaza Misericordia del barrio de Flores, a la cual se le colocaron petardos que la partieron por la mitad. Un relevamiento de la Dirección General de Espacios Verdes, dependiente del Ministerio de Espacio Público de nuestra ciudad, indica que alrededor de 150 esculturas esperan reparación, después de haber sido objeto de este absurdo vandalismo ciudadano, que no se sustenta, por lo común, en ideologías ni en impulsos destinados a expresar algún tipo de resentimiento.

En los talleres de la Dirección de Monumentos y Obras de Arte de la ciudad conviven los restos de esos actos sin sentido. Se puede encontrar desde un busto de Sarmiento hasta la cabeza de una diosa griega. La destrucción no es la única forma empleada, pues las inscripciones y pinturas de todo tipo forman parte de lo que cuesta mucho reparar.

Un plan del gobierno local prevé recuperar, en un plazo de seis meses y con una inversión de más de un millón de pesos, los daños ocasionados. Esta tarea es singularmente compleja, pues en muchos casos es necesario recomponer la obra a partir de testimonios fotográficos u otras referencias.

Estos condenables hechos también están ligados con intereses económicos, como ocurre con el robo de cables de teléfonos, para vender el cobre, o con la desaparición de las placas de bronce de las plazas o cementerios. Ahora, los delincuentes van en busca del aluminio de los medidores de gas, especialmente en domicilios particulares. Las estadísticas indican que en los últimos dos años se ha robado en la ciudad y en el Gran Buenos Aires un medidor cada tres horas.

Quienes están en el negocio de la chatarra y de los metales señalan que, desde fines de 2001 hasta ahora, el valor del kilo de aluminio aumentó un 600 por ciento. Antes se pagaba 70 centavos y ahora, 4,50 pesos.

De la misma manera que el robo de cables de cobre pone en riesgo la integridad física de las personas (barreras de paso a nivel que no funcionan o posibilidad de sufrir fuertes descargas eléctricas) la sustracción de medidores de gas tienen una alta carga de peligrosidad. En efecto, en muchas oportunidades los ladrones los sustraen y dejan una pérdida de gas, que no siempre se puede advertir, transformándose en un riesgo para el propietario damnificado y también para los transeúntes.

Al igual que con la mafia del cobre, las autoridades deben actuar con firmeza, energía y celeridad, sobre las personas y organizaciones que están detrás del robo de aluminio, como también de las chatarrerías y fundiciones que a sabiendas son un eslabón necesario en esta modalidad delictiva.

Por otra parte, transcurrido un año desde la colocación de cestos de basura en las calles de Buenos Aires, hubo que reponer un 30 por ciento, a causa de su destrucción. En la mayoría de las ciudades del mundo la reposición de esos artefactos ronda el 5 por ciento anual.

La zona más afectada corresponde a los barrios de Soldati, Pompeya, Parque Chacabuco, Caballito, Almagro, Boedo y San Cristóbal, en donde debieron reponerse 6708 cestos del total de 8500 instalados. En cambio, en el área comprendida por los barrios de Palermo, Belgrano, Núñez, Colegiales, y parte de Chacarita y Villa Crespo, sólo se reemplazaron 900 sobre 10.000 colocados por las cinco empresas concesionarias de la recolección. El costo de la reposición -a cargo de las empresas concesionarias de la recolección de basura- es de alrededor de 80 pesos.

En materia de recolección de residuos los porteños deberán habituarse a separarlos en secos y húmedos antes de sacarlos a la calle, pues antes de fines de año comenzará a regir el nuevo sistema. Para ello se instalarán contenedores en edificios públicos, escuelas y en la calle, con la finalidad de que no se dejen bolsas de basura en la vía pública. Con los antecedentes de actos de vandalismo que ha sufrido la ciudad de Buenos Aires, que también obligó a cerrar plazas y parques para preservar el espacio público y evitar daños a la propiedad, resulta necesario que se adopten las medidas conducentes para evitar que los contenedores de basura sean el nuevo blanco elegido por los inadaptados que los cometen.

Es de esperar, entonces, mayores controles y severas sanciones para quienes, atentando contra el patrimonio público y privado, demuestran un total desprecio por la comunidad.


Editorial La Nación

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La barbarie tomó la ciudad


Y vamos por más...


Es alarmante el aumento de los actos de vandalismo en la ciudad de Buenos Aires, que no sólo parecen no tener límites, tanto en cantidad como en la calidad de los objetos agredidos, sino tampoco quién tome las medidas necesarias para ponerle freno a esta barbarie.

No conformes con los ataques a semáforos, teléfonos públicos, edificios, esculturas y medidores de gas, los depredadores urbanos han encontrado en los cestos de basura ubicados en las calles porteñas un nuevo blanco sobre el cual descargar su cuota de agresividad y malicia.

Entre los muchos ataques absurdos que se pueden enumerar figura la destrucción de una escultura dedicada a Chaplin, en la plaza Misericordia del barrio de Flores, a la cual se le colocaron petardos que la partieron por la mitad. Un relevamiento de la Dirección General de Espacios Verdes, dependiente del Ministerio de Espacio Público de nuestra ciudad, indica que alrededor de 150 esculturas esperan reparación, después de haber sido objeto de este absurdo vandalismo ciudadano, que no se sustenta, por lo común, en ideologías ni en impulsos destinados a expresar algún tipo de resentimiento.

En los talleres de la Dirección de Monumentos y Obras de Arte de la ciudad conviven los restos de esos actos sin sentido. Se puede encontrar desde un busto de Sarmiento hasta la cabeza de una diosa griega. La destrucción no es la única forma empleada, pues las inscripciones y pinturas de todo tipo forman parte de lo que cuesta mucho reparar.

Un plan del gobierno local prevé recuperar, en un plazo de seis meses y con una inversión de más de un millón de pesos, los daños ocasionados. Esta tarea es singularmente compleja, pues en muchos casos es necesario recomponer la obra a partir de testimonios fotográficos u otras referencias.

Estos condenables hechos también están ligados con intereses económicos, como ocurre con el robo de cables de teléfonos, para vender el cobre, o con la desaparición de las placas de bronce de las plazas o cementerios. Ahora, los delincuentes van en busca del aluminio de los medidores de gas, especialmente en domicilios particulares. Las estadísticas indican que en los últimos dos años se ha robado en la ciudad y en el Gran Buenos Aires un medidor cada tres horas.

Quienes están en el negocio de la chatarra y de los metales señalan que, desde fines de 2001 hasta ahora, el valor del kilo de aluminio aumentó un 600 por ciento. Antes se pagaba 70 centavos y ahora, 4,50 pesos.

De la misma manera que el robo de cables de cobre pone en riesgo la integridad física de las personas (barreras de paso a nivel que no funcionan o posibilidad de sufrir fuertes descargas eléctricas) la sustracción de medidores de gas tienen una alta carga de peligrosidad. En efecto, en muchas oportunidades los ladrones los sustraen y dejan una pérdida de gas, que no siempre se puede advertir, transformándose en un riesgo para el propietario damnificado y también para los transeúntes.

Al igual que con la mafia del cobre, las autoridades deben actuar con firmeza, energía y celeridad, sobre las personas y organizaciones que están detrás del robo de aluminio, como también de las chatarrerías y fundiciones que a sabiendas son un eslabón necesario en esta modalidad delictiva.

Por otra parte, transcurrido un año desde la colocación de cestos de basura en las calles de Buenos Aires, hubo que reponer un 30 por ciento, a causa de su destrucción. En la mayoría de las ciudades del mundo la reposición de esos artefactos ronda el 5 por ciento anual.

La zona más afectada corresponde a los barrios de Soldati, Pompeya, Parque Chacabuco, Caballito, Almagro, Boedo y San Cristóbal, en donde debieron reponerse 6708 cestos del total de 8500 instalados. En cambio, en el área comprendida por los barrios de Palermo, Belgrano, Núñez, Colegiales, y parte de Chacarita y Villa Crespo, sólo se reemplazaron 900 sobre 10.000 colocados por las cinco empresas concesionarias de la recolección. El costo de la reposición -a cargo de las empresas concesionarias de la recolección de basura- es de alrededor de 80 pesos.

En materia de recolección de residuos los porteños deberán habituarse a separarlos en secos y húmedos antes de sacarlos a la calle, pues antes de fines de año comenzará a regir el nuevo sistema. Para ello se instalarán contenedores en edificios públicos, escuelas y en la calle, con la finalidad de que no se dejen bolsas de basura en la vía pública. Con los antecedentes de actos de vandalismo que ha sufrido la ciudad de Buenos Aires, que también obligó a cerrar plazas y parques para preservar el espacio público y evitar daños a la propiedad, resulta necesario que se adopten las medidas conducentes para evitar que los contenedores de basura sean el nuevo blanco elegido por los inadaptados que los cometen.

Es de esperar, entonces, mayores controles y severas sanciones para quienes, atentando contra el patrimonio público y privado, demuestran un total desprecio por la comunidad.


Editorial La Nación