- LA OPTICA NO BASTA -
Por la ciudad
Cámaras y algo más
En el intento por combatir el reciente pico de criminalidad en el transporte público, los gobiernos porteño y nacional anunciaron la instalación de cámaras de vigilancia en las estaciones de subte y de trenes. ¿Viajamos, ahora sí, protegidos los pasajeros contra la violencia creciente?
Conviene aclarar que por el momento sólo hay experiencias pioneras en tres paradas de la línea de trenes Mitre y en una de la línea B de subte. En el Ministerio del Interior de la Nación aseguran que, antes de fines de año, habrá cámaras en todas las estaciones de la línea Mitre. Y en el Ministerio de Gobierno de la ciudad sentencian que dentro de 12 meses las habrá en todas las de subte.
Bien observados viviremos, pues, los usuarios del transporte ferroviario. Sin embargo, por sí solas las cámaras no alcanzan para lograr su propósito: el de prevenir delitos ocasionales (hurto, arrebato, violación), en los que confluyen el contexto y el contacto casual entre agresor y agredido. Pocos frutos darán los "ojos electrónicos" si no van acompañados por la tecnología adecuada y por una gestión eficiente de los agentes policiales.
De nada servirán las imágenes provistas por miles de cámaras si no son seleccionadas por un software especial según criterios de riesgo, si la transmisión se interrumpe o si no tienen una alta definición. Pero aun la mejor tecnología resultará insuficiente por sí misma. Corremos el riesgo de dejar las calles descubiertas de la presencia policial necesaria para actuar ante una situación sospechosa captada por las cámaras, por enviar a los uniformados al centro de monitoreo de imágenes.
En primer lugar, carente de una policía propia, el gobierno porteño deberá asegurarse que su buena intención de inyectar tecnología al servicio de la seguridad pública que presta la Nación tenga como contrapartida la recepción de las transmisiones en un comando policial para cerrar el circuito. Hoy, la Ciudad tiene cámaras en diez plazas porteñas, activas las 24 horas, pero conectadas a un búnker con analistas de la Subsecretaría de Seguridad Urbana. La policía, ni enterada.
En segundo lugar, el Ministerio del Interior enfrenta el mayor desafío: el de administrar con inteligencia los 12.000 hombres de la Superintendencia de Seguridad Metropolitana, con capacitación y protocolos de intervención rápida, para responder eficazmente a una demanda cada vez más exigente. La gente de Aníbal Fernández dice estar preparada.
Si no, las cámaras apenas servirán para identificar a los agresores ya consumados los delitos. En ese caso, los pasajeros habremos estado sólo ante una falsa sensación de seguridad.
Por Angeles Castro
acastro@lanacion.com.ar
LA NACIÓN
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