LA INVERSION EN CULTURA
LA INVERSIÓN EN CULTURA
Por Ricardo A. Carrasquet
Sabido es que lo que el estado destina el rubro cultura es ínfimo, sobretodo a nivel nacional. Probablemente esto no se note tanto en la Ciudad de Buenos Aires, que pese a un sinnúmero de merecidas críticas por contenidos y falta de gestión, bastante se hace... aunque muchas veces solamente el Gobierno de la misma “se cuelga” de toda iniciativa privada y lo toma como “propia” con el solo apoyo del infaltable logo porteño. Si se destinaran los dineros que se invierten en publicitar lo que dicen que hacen en obras, Buenos Aires estaría entre las cinco primeras metrópolis mundiales!
Esto sí es real: cada vez tenemos más museos, centros y emprendimientos no gubernamentales, además de la gran cantidad de salas teatrales, recitales, charlas, encuentros, conferencias, foros, cafés literarios y todas la movidas imaginables. No todo lo hace el estado, mucho es privado, cooperativo y a pulmón.
Nota textual de Susana Reinoso para LA NACION 09.12.05
“Brasil asigna a la cultura el 0,60% de su producto bruto interno (PBI). Uruguay, el 0,50 por ciento. La Argentina, sólo el 0,17 por ciento. La recomendación de la Unesco es, como piso, asignar a la gestión cultural el uno por ciento del PBI. Las cifras dejan en desventaja al país. Y en relación con el tema, la luz de alarma gira al rojo cuando se analizan, en detalle, las declaraciones que esta semana hizo el secretario de Cultura de la Nación, José Nun. Tras exponer los datos duros de la realidad y dejar en claro que "en el presupuesto nacional hay rubros que reciben aumentos mayores que el pedido insignificante de Cultura", formuló un reclamo público de más fondos para el área. Nun puso de relieve el papel de los medios en la difusión de la acuciante situación del área a su cargo, como si de su divulgación dependiera la modificación de unas circunstancias que se reputan conocidas por el gobierno nacional. En una administración cuyas relaciones con la prensa independiente son, como mínimo, difíciles, la exhortación del secretario de Cultura sonó atípica y desesperada. "Nuestros reclamos son muy modestos", se defendió Nun, que sólo ha conseguido de la Casa Rosada nueve millones de pesos adicionales para resolver urgencias, sobre $ 40 millones solicitados a lo largo de un año de gestión (asumió en noviembre de 2004 tras la renuncia de Torcuato Di Tella), además de un plus de $ 145.000 euros para pagar las deudas de la Argentina con el Iccrom. Y como si fuera poco, la previsión presupuestaria contemplada para 2006 ascendía a cuatro millones de pesos. Con la llegada de Felisa Miceli a Economía, Nun abriga la esperanza de duplicar el presupuesto para el área a su cargo. Los datos adquieren una dimensión escandalosa cuando se comparan con el gasto del Gobierno en publicidad oficial. En 2004, la previsión gubernamental en este rubro ampliamente cuestionado fue de $ 63 millones, pero la partida resultó chica y se gastaron $ 101 millones, según fuentes inobjetables. Para este año la proyección es de $ 141 millones. En el área centralizada de Cultura malviven con $ 55.261.000, ocho cuerpos estables en conflicto y 20 museos nacionales en estado deplorable, por nombrar sólo la parte más crítica del área y sin contar a los organismos descentralizados, algunos de los cuales han conseguido una inyección de fondos por gestión propia. Nun habló esta semana de que los museos requieren inversión urgente como consecuencia del "efecto Cromagnon". ¿Y si Cromagnon no hubiera existido? Al margen de una situación financiera francamente crítica, hay una pregunta de fondo tan imprescindible como los dineros: ¿qué tipo de gestión cultural es posible sin recursos y sin proyecto?”
No hace falta agregar mucho más, ya que este bendito dilema lo vivimos desde siempre.
La cultura es el conjunto de conocimientos que le permite a alguien desarrollar su juicio crítico. Es el modos de vida, costumbres y grado de desarrollo artístico, científico e industrial en una época ó grupo social. Es la manifestación en que se expresa la vida tradicional de un pueblo.
Si los gobiernos, a través de sus estados (que de alguna manera somos todos) no se esfuerzan por elevar el nivel de estos conocimientos y costumbres que hacen a lo nuestro: nuestra cultura popular, el deterioro y la ignorancia provocan profundos estragos intelectuales en las generaciones futuras, a las que lamentablemente ya estamos asistiendo en forma acelerada, pagando un precio demasiado caro.
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