- LISTO -
Siempre listo
Por Carlos Ulanovsky
para LA NACIÓN Revista
Llama mucho la atención el notable uso que últimamente tiene la palabra listo, en reemplazo de otras expresiones, como Está bien, De acuerdo, Fenómeno, Entendido e incluso el extranjerismo Okay. Palabra hispana con muy buen sitio en los mejores diccionarios de plaza: "Se aplica al que comprende las cosas rápidamente y es hábil en obrar de acuerdo con lo que le conviene", señala el Kapelusz; "hábil, pronto, sagaz", enlista el inefable Larousse Ilustrado, y hasta aparece como localismo en el probado manual de Abad de Santillán.
Como para corroborar su condición de argentinismo, el autor cita el Martín Fierro: "Nunca juí gaucho dormido/siempre pronto, siempre listo". Y como si fuera poco, también cobra significado en el mundo de la lunfardía. Estar listo es estar "gravemente enfermo, sin esperanzas", define el volumen de Oscar Conde. Y confirma la obra de Athos Espíndola: "Estar listo para el cajón".
Desde hace un tiempo, la palabra listo ha retornado a la boca de millares de argentinos. Una moda al menos paradójica o excesiva, ya que en la realidad es escueta la lista de lo que está listo, concluido, terminado o a punto. Podríamos ufanarnos de lo listo si, además de decirlo, pudiéramos llevar a cabo nuestras cosas, propósitos y deseos. Se nota que son muchos los que sueñan con ver algo listo alguna vez.
El que acostumbra llevar las cosas al borde del listo, probablemente sea despierto, chispeante y no tenga un pelo de tonto. El concluyente listo que nos devuelven suele ser, mayoritariamente, una llave simbólica para cerrar conversaciones con rapidez y, sin necesidad de hablar demasiado, pasar al siguiente tema.
El listo que le escuchamos a tanta gente es más vivo que ingenioso, más zorro que sutil, más ligero que perspicaz, más avisado que inteligente, más astuto que eficiente. Pero, seguro, no es aquel listo confiable del mecánico o del remendón del barrio que anunciaba con satisfacción y éxito el fin de su tarea. No es el listo simpático y refranero (Estás listo, Calixto o Listo el pollo, pelada la gallina) que decían padres, vecinos, tíos y abuelos. No es la dramática metáfora del tango (Ya estoy listo en la parada), que sentenciaba al guapo de turno enfermo o preso. No es la cómica consigna que utilizaba Carlos Balá (Siempre listo), tomado de los scouts, ni tampoco la frase que tanto escuchamos en estas semanas: "La selección ya está lista para el Mundial".
Cada vez que alguien se despacha con la muletilla, se me presenta mentalmente una extensa lista de lo que todavía tenemos pendiente. Sí: somos muy listos, pero nos cuesta demasiado dejar listo lo que empezamos. No hay relación entre la orden y la concreción. Si todo quedara tan listo con la facilidad con que se larga la palabra ahora tan de onda, andaríamos de maravillas. Alistémonos para ponernos en alerta frente a este listo mañoso.
* El autor es escritor y periodista
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