- LAS CLAVES DE LA INFO -
La información, llave de la civilización
Por Eitel H. Lauría Para LA NACION
La historia de la humanidad registra un cúmulo de invenciones y descubrimientos cuyos efectos y consecuencias fueron determinantes en los avances sociales, no siempre lineales y continuos, detectados por las investigaciones arqueológicas e históricas. La nómina de las invenciones registradas es extensa y eslabona desde inventos primitivos, como la rueda, la agricultura y la escritura, hasta el automóvil, el avión y la computadora, sin que se haya elaborado una rigurosa valoración jerárquica entre ellos.
Sólo en las últimas décadas, y a raíz de la espectacular eclosión de la tecnología de la información y del consecuente desarrollo de las ciencias de la información, ha empezado a quedar en evidencia que las innovaciones relativas a las formas prácticas de producir, almacenar, distribuir y aplicar la información son las que crean las condiciones capaces de generar nuevos y crecientes niveles en las organizaciones sociales protagonizadas por el hombre.
Por otra parte, es un hecho muy reciente el surgimiento del concepto de información como cantidad cuantificable y se debe a Claude Shannon la formulación, en los años 40 del siglo XX, de la teoría de la información y de las consecuentes definiciones de unidad de información –el bit– y de cantidad de información.
A partir de esos desarrollos se han podido efectuar estimaciones sobre las cantidades de información de las que ha dispuesto el hombre durante su historia.
En dicho contexto se considera que la invención del lenguaje fue el factor determinante en la emergencia de los primeros grupos humanos con capacidad para intercambiar experiencias, acordar pautas de comportamiento social y desarrollar rudimentarios logros tecnológicos. El lenguaje separa al hombre de sus primitivos ancestros y permite impulsar y canalizar la actividad pensante.
El siguiente y superior nivel de organización social, denominado usualmente civilización, vincula su emergencia con la invención de la escritura. Ello ocurre durante el transcurso del tercer milenio antes de Cristo, en Egipto, Mesopotamia, China e India. Los sistemas de escritura de esas civilizaciones, aunque muy distintos entre sí, las diferencian claramente de otras culturas contemporáneas o posteriores carentes de escritura.
En relación con los dos niveles de sociedad definidos por el lenguaje y la escritura se han hecho estimaciones de la cantidad de información de que disponen o a la que pueden acceder a lo largo de su vida los individuos integrantes de las sociedades respectivas. Los detalles técnicos de las estimaciones en cuestión exceden los límites de esta nota. Asimismo, y a los efectos de una mejor comprensión del tema, es oportuno considerar previamente una estimación de la cantidad de información de que dispone un individuo en un medio carente de lenguaje. Esa cantidad sólo depende de la información que puede adquirir mediante vivencias prácticas personales y que almacena en su memoria, y se estima que oscila entre los cinco y los diez millones de bits. A los efectos comparativos es interesante señalar que cinco millones de bits es la cantidad de información correspondiente al texto del poema La Ilíada.
En el caso de una cultura poseedora de un lenguaje, el intercambio de información entre individuos aumenta notablemente la cantidad de información a la que puede acceder cualquiera de sus integrantes.
Descontando las inevitables redundancias, se estima que esa cantidad es del orden de los mil millones de bits, es decir, alrededor de cien veces la cantidad de información asociada con la carencia de lenguaje. Estas nuevas circunstancias hicieron posible la tradición oral y, con ella, la transmisión a las generaciones sucesivas de sagas, cuentos e historias heroicas.
En la etapa inmediata superior, aparecen los jeroglíficos egipcios, la escritura cuneiforme mesopotámica, la escritura ideográfica y pictográfica china y, posteriormente, las escrituras con alfabetos tales como el arameo, el árabe, el griego y el latino y la información se almacena y acumula y se logra elevar su disponibilidad a una cantidad del orden de 100.000 millones de bits. Este nivel de información hizo posible la creación artística y literaria. También la matemática y filosófica, que alcanzó su máximo y extraordinario nivel en el mundo grecorromano.
El tercer paso significativo en este proceso histórico signado por la disponibilidad de información es la invención de la imprenta de caracteres móviles metálicos, por Gutenberg, alrededor del año 1450. Dicha invención es el disparador de la civilización moderna; aparece el libro impreso y posteriormente las publicaciones periódicas y la documentación impresa de diversas actividades.
Sin la imprenta no pueden explicarse el Renacimiento artístico y literario iniciado en Italia en el siglo XV y extendido luego a los restantes países de Europa, ni la revolución científica de los siglos XVI y XVII, ni la Revolución Industrial, iniciada a fines del siglo XVIII.
La cantidad de información disponible en millones de libros y publicaciones de todo tipo, aun descontando abundantes redundancias, es cuantiosa y, se estima, superior en un millón de veces a la disponible en la civilización clásica.
El proceso histórico se acelera y a partir de mediados del siglo XX se inicia la revolución de la computadora digital. La importancia de este nuevo instrumento no radica tanto en su capacidad de almacenar ingentes cantidades de información en espacios físicos reducidísimos, sino en la posibilidad, antes inexistente, de acceder a esa vasta información en tiempos brevísimos, del orden de los minutos, mediante la conexión en redes de computadoras e Internet. Dos ejemplos, entre muchos otros, de lo que ha hecho posible la computación: la tecnología espacial y el sistema mundial de comunicaciones de voz e imagen.
Finalmente debe decirse que dada la velocidad de avance de la ciencia y la tecnología y la consecuente eventual aparición de inesperadas innovaciones tecnológicas, la previsión del futuro más allá de unos pocos años es una empresa carente de certezas.
El autor integra la Academia Nacional de Ingeniería y es autor de Ciencia y tecnología de cara al siglo XXI
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