- LA CIUDAD HOY -
La langosta es una plaga en los Estados Unidos, una mascota en China y un aperitivo en Tailandia. Cada sociedad es un universo diferente, donde los mismos hechos u objetos pueden generar emociones contrapuestas.
Macri y Telerman a quienes entrevisté para el diario PERFIL consecutivamente las últimas dos semanas, también me parecieron dos universos diferentes.
Por Jorge Fontevecchia 11.03.2007
Macri y Telerman se sometieron a largas entrevistas en PERFIL con una semana de diferencia.
Telerman es, como pocos, un experto en comunicación: además de haber comenzado como periodista, fue vocero de Cafiero (1987-1989), agregado de Prensa de la embajada en Washington (1990-1991), vocero de la Cancillería (1991-1992), director de Información Pública de la Organización de Estados Americanos (1995-1998) y agregado de Prensa de la embajada en París (1993-1994). Por su histrionismo, podría ser definido como un Berlusconi sin plata, progre y posmoderno.
“Si lo conoce, lo vota”, el eslogan de campaña de Filmus, es perfectamente aplicable a Telerman: quien comparta una conversación con él, aún pudiendo detectar en sus excesos retóricos y gesticulares un claro deseo de conquistar al interlocutor, cualquiera sea su extracción, no podrá resistir la tentación de sentir simpatía por el personaje y, probablemente, terminará con una mejor opinión de él de la que tenía antes de comenzar la conversación.
Se expresa con oraciones mejor construidas que las de Macri, también su voz es más modulada y habla con más ganas. A la asistente que desgrabó los dos reportajes le llevó considerablemente menos tiempo pasar a texto lo dicho por Telerman que lo dicho por Macri, a pesar de que ambas entrevistas duraron dos horas.
Sin embargo, cuando se trató de responder sobre planes concretos relacionados con todo aquello que requiere de recursos materiales, Macri transmitió más solidez y claridad. Macri se recibió de ingeniero y Telerman estudió comunicación, pero es un autodidacta de la filosofía. Un ingeniero versus un cuasi-filósofo resulta una interesante contienda.
Pero Macri no es sólo ingeniero: nació heredero, hecho que lo marcó para el resto de su vida y, quizás, explique por qué no se esfuerza en caerle bien a los demás, como sí hace –con desesperación– Telerman. Tampoco comparten la misma preocupación por cultivarse intelectualmente. Telerman confiesa en el reportaje que se grabó a fuego la idea de que ‘saber es poder’, en su caso tomada de sus lecturas y traducción de libros de Michel Foucault (Microfísica del poder). Telerman no tuvo más recursos que él mismo y la suerte para llegar a donde llegó, aunque se resista a asignarle a esta última un papel importante: “Creo en el destino”, dice.
Macri es un profesional de la gestión y los manuales de gestión enseñan que el líder no es quien debe saber más, sino quien sabe elegir a los que más saben de cada especialidad, para delegarles su tarea. Cuentan los abonados al gimnasio Ocampo, de Palermo Chico, que con puntualidad británica todos los lunes, miércoles y viernes, de 8 a 9,30, Macri cumple su rutina aeróbica desde hace cinco años en una bicicleta fija. Durante todos este tiempo fue acompañado invariablemente del mismo material de lectura: el diario deportivo Olé. Quizás antes haya leído a Dostoievski hacerle decir a uno de sus contrapersonajes: “Señores míos, les juro que saber demasiado es una verdadera y auténtica enfermedad”.
Son dos maneras de ver la vida y sería presuntuoso arriesgar que una de las dos sea mejor para este momento de la Ciudad. Cada votante se identificará mejor con uno u otro en función de sus propias proyecciones. Macri luce más aburrido pero a la vez más responsable. Telerman es mucho más entretenido pero –también por eso mismo– luce menos serio.
En La República, Platón dice que no basta con que el sabio tenga conocimiento de la verdad: ésta tiene que ser transmitida al ignorante y, si es necesario, aún en contra de su voluntad. Esto autoriza al filósofo-rey a utilizar la falsedad al servicio de la verdad. Muchas veces, durante el reportaje a Telerman, sentí que mentía. No así en el de Macri, quien, más pudoroso, siempre prefería omitir. Por momentos, Telerman parecía aquel enfant terrible que gozaba diciendo “yo miento”. ¿Miente al decir que miente? Paradójicamente, Telerman me resultó más ‘menemista’ que Macri. Macri se esfuerza por lucir correcto y Telerman ostenta desprejuicio y trasgresión.
Los dos tienen muchas horas de psicoanálisis, quizás uno por tendencia a la manía, el otro, a la depresión. Pero a Macri no le gusta ventilar esas experiencias, mientras que Telerman las exhibe: “Cuando viví en Francia me psicoanalicé con Jaques Laurent, discípulo de Lacan”.
Telerman parece un hipnotizador que sabe con precisión qué está pasando por la cabeza del otro. Macri reprime su pensamiento y se adapta al lenguaje político como aquellos conquistadores que, siendo menos numerosos que los conquistados, adoptan la lengua y las costumbres de los nativos.
De la Seducción es un libro del recientemente fallecido Jean Baudrillard (en el reportaje, Telerman respondió que lo había leído). En él su autor dice: “Para la religión fue siempre la estrategia del diablo. La seducción fue siempre el artificio del mal. La seducción no es nunca del orden de la naturaleza, ni de la energía, sino del signo y del ritual. La seducción vela siempre por destruir el orden de Dios, para todas las ortodoxias sigue siendo el maleficio, una magia negra de desviación de todas las verdades. La seducción ha tenido su fase ritual, su fase estética, en la que su órbita se acerca a lo femenino y a la sexualidad, y por fin su fase política, la de la desaparición total del original de la seducción tanto de su forma ritual como de su forma estética, en la cual la seducción se convierte en la forma informal de lo político, entregada a la reproducción infinita de forma sin contenido. Viviendo de todas maneras el sinsentido, pero si la simulación es su forma desencantada, la seducción es su forma encantada”.
Macri y Telerman, dos formas distintas de seducir a los que votan.
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